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El dilema de las redes sociales

Lo que alguien mira y cuánto tiempo lo mira es lo más valioso para que las redes sociales ganen millones de dólares; por eso hacen enormes inversiones en implacables técnicas psicológicas y tecnológicas, para crear adicción, controlar personas, ocupar sus vidas. Resumiendo, de eso trata el documental “El dilema de las redes sociales” que pasan en Netflix.

Facebook, YouTube, Instagram, Google, Twitter, y otras, explotan la debilidad de la psicología humana, y entre más inseguridades y vacíos tenga en su mente una persona, más fácil cae en la trampa; un clic, un comentario, un pulgar, un “Me gusta”, le dan satisfacción inmediata, pero dura poco; entonces, la buscará otra vez más tarde, o mañana y pasado mañana. Un vicio.

Cada foto, video o texto que la persona ve y cliquea quedan registrados en súper servidores que se guardan en pueblos fríos, bajo tierra o bajo el mar; luego, complicados algoritmos crean un perfil del usuario: gustos, repudios, pensamientos, inclinación política, estado emocional, todo, para manipularlos, sin que apenas se entere.

Construyen un avatar de cada quien, y toda esa información la venden por millones de dólares a fabricantes, financieras, agencias, que después atosigan con notificaciones dirigidas, específicas: publicidad, recomendaciones, mensajes; con eso cambian hábitos, tendencias, emociones.

El docudrama -documental con dramatización- incluye entrevistas con importantes exejecutivos de esas empresas de redes sociales; todos lamentan que el precursor de enormes ganancias sea lo cotidiano es esas plataformas: insultos, escándalos, robo de datos, noticias falsas, polarización, jaqueo en elecciones; y todo sucediendo al mismo tiempo.

Las redes sociales tienen especialistas y poderosas computadoras para bombardear al usuario con lo que pretenden interesarle, gustarle; luchan incansables por retener su atención lo más que puedan; y si la vida misma se mide en tiempo, al dárselo a esas compañías, les damos la vida, la desperdiciamos.

“Capitalismo de vigilancia” llaman los entrevistados a ese control de los datos de las personas, que después, con tecnología persuasiva en extremo -que en Psicología llaman reforzamiento positivo intermitente- modifican el comportamiento, las emociones, los atrapan.

La intención del documental -que ojalá lo pasaran en televisión abierta- es que toda la gente se entere de lo que está ocurriendo, traer al debate esta otra epidemia mundial, que obligue a crear una ética a las empresas de redes sociales, evitar la adicción, más controles de funcionamiento, como ocurre con la radio, la televisión o los periódicos.

Que la felicidad no dependa de un “like”, un corazoncito, un pulgar arriba; seguro que la gente descubrirá que hay emociones más reales.

Como concluye este interesante documental, para más información, sígannos en redes... es broma.