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El celibato es la respuesta

La semana pasada se celebró en Roma una reunión de los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo para analizar el problema de los abusos sexuales de sacerdotes en la Iglesia Católica.

Es un tema doloroso, que tristemente no está circunscrito exclusivamente al ámbito eclesial. Esto es necesario mencionarlo ya que para muchos, el problema es exclusivo de la Iglesia Católica. Tal vez no se dan cuenta que cuando ponemos el foco en otras instituciones, el problema es real allí también.

En este delicado asunto, como en cualquier situación en la vida, es fundamental dar con la raíz del problema. Albert Einstein mencionaba que “si tuviera una hora para salvar el planeta, pasaría 59 minutos definiendo el problema y un minuto resolviéndolo”.

El P. Carter Griffin publicó un artículo en First Things titulado Celibacy: The Answer, Not the Problem, que me pareció interesante (https://www.firstthings.com/web-exclusives/2019/02/letters-from-the-vatican-3). En el citado artículo dice: “Ahora se ha vuelto insoportablemente claro que tenemos un problema en el clero de la Iglesia Católica. Las historias de abuso sexual clerical y negligencia episcopal parecen ser interminables. Queremos que se solucione el problema y todos estamos tentados de atrapar al sospechoso más cercano. Para muchos, ese sospechoso es el celibato sacerdotal. No es difícil entender por qué. Vivimos en las secuelas de la revolución sexual y la idea misma del celibato es recibida por muchos, incluso por muchos fieles católicos, con una sonrisa escéptica. La crisis en la Iglesia, después de todo, es causada por los sacerdotes que cometen pecados sexuales. Esos sacerdotes son célibes. El problema debe ser el celibato”.

El problema no es el celibato. Sino vivir el compromiso de amor, que implica totalidad y que es mal conocido por muchos.

“Aquellos que declaran con confianza que el celibato es el problema, usualmente asumen de manera tácita que vivir una vida plena sin relaciones sexuales es una contradicción, de hecho, no es saludable y conduce al abuso”. “Cuando Nuestro Señor ordenó el celibato a aquellos de sus discípulos ‘que pueden aceptar esta enseñanza’ (Mt 19,12), no estaba haciendo una exigencia imposible o que pudiera frenar el crecimiento emocional y psicológico. De hecho, la gran mayoría de los sacerdotes célibes viven y han vivido su vocación con alegría y fidelidad”.

La realidad es muy distinta a como se pinta. De hecho, cada estudio del celibato sacerdotal con el que me he encontrado menciona que los niveles de felicidad personal y de satisfacción en el “trabajo” son muy superiores a la media.

“El problema no es con el celibato; el problema es con el celibato vivido mal. El abuso sexual clerical no es más causado por el celibato que el adulterio por el matrimonio. Ambas son violaciones de las promesas sagradas, promesas por las cuales el Señor garantiza su ayuda para vivir fielmente”.

“El celibato mismo, de hecho, es un don precioso e insustituible para la Iglesia. Como escribió San Pablo VI en Sacerdotalis Caelibatus hace cincuenta años, ‘el celibato sacerdotal ha sido custodiado por la Iglesia durante siglos como una joya brillante, y conserva su valor incluso en nuestro tiempo, cuando la perspectiva de los hombres y el estado del mundo han sufrido cambios tan profundos’”.

El celibato es entendido por muchos como el simple “no casarse”, pero en realidad es una opción positiva. Se trata de una forma poderosa de amar con un solo propósito y una apertura de corazón única. Permite al sacerdote vivir su paternidad espiritual con particular fuerza y eficacia. En cualquier estado de vida, la sexualidad bien vivida es una auténtica escuela de amor y entrega.