Columnistas

El arte de lo (im)posible

Se ha generado mucho revuelo en las últimas semanas con el debate público sobre los detalles del cumplimiento del acuerdo político suscrito el 13 de octubre de 2021 entre la dirigencia de los partidos Libertad y Refundación (Libre) y Salvador de Honduras (PSH). En aquel momento, la opinión pública supo que se constituía una alianza, cuyo punto esencial era que el candidato del PSH deponía su aspiración presidencial en favor de la candidatura de Libre, encabezada por la ciudadana Xiomara Castro, y que se iniciarían de inmediato “ante el Consejo Nacional Electoral, todas las acciones administrativas y legales para garantizar una fórmula de unidad”.

Verbalmente, el hasta entonces candidato a titular del Ejecutivo por PSH afirmó con optimismo que sería “el primer designado presidencial” (sic) y anunció, entre otras determinaciones, que también se había pactado que su partido tomaría la decisión de nominar al presidente del Congreso Nacional. El texto del acuerdo político -que definió el desenlace del proceso electoral- se conoció desde ese mismo día, y menos de una semana después, el Consejo Nacional Electoral (CNE) dio por inscrita la nueva fórmula presidencial de Libre, con Castro Sarmiento a la cabeza acompañada por Nasralla (PSH), la diputada Doris Gutiérrez (Pinu-SD) y Renato Florentino (Libre).

La ciudadana Xiomara Castro ganó contundentemente la votación del nivel electivo presidencial el 28N, facilitando el cumplimiento del apartado principal del acuerdo, es decir, que la coalición de partidos lidere el Poder Ejecutivo.

Es de esperar, por ello, que cuadros de Libre, PSH y Pinu-SD integren ese poder del Estado en distintas posiciones. Las cosas lucen un poco más complicadas en el Poder Legislativo, pues el número de diputados (as) logrado por Libre (50) y PSH (10) en común (60) no son suficientes para obtener la mayoría simple (65) y deberán obtener el apoyo de otras bancadas para integrar la junta directiva del Congreso Nacional.

El acuerdo suscrito aquel 13 de octubre encuentra, pues, un escollo importante para concretarse, ya que no depende exclusivamente de un partido la realización de la principal concesión lograda por el PSH, es decir, la designación de la cabeza de dicho poder, sino de las negociaciones y pactos que se logren con otras organizaciones partidarias presentes en la nueva legislatura de 2022, principalmente del Partido Liberal, importante segunda fuerza política en el nivel local (municipal) y, ¿por qué no decirlo?, del mismo Partido Nacional, que pasa a la oposición en la cámara después de 12 largos años.

Si la misma candidata Castro dijo aquel 13 de octubre que favorecía “…una democracia donde nos garantice (sic) que los poderes del Estado sean independientes…”, ¿por qué cuestionar que en la misma bancada de Libre se haga política y se procure concretar el “arte de lo posible”? Nadie está obligado a lo imposible, a menos que definamos la política de otra manera y deseemos acabar con la independencia del Legislativo antes de su inauguración.