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Diálogo con sordos

Repare el lector en que el título de este artículo dice “con sordos” y no “entre sordos” como suele decirse. La palabra de moda en estos días es “diálogo”. Todo mundo lo reclama; desde la desaparecida Junta de Convocantes, que imploró hace unos años que la oposición se reuniera para platicar, en forma civilizada, respetuosa y constructiva, sobre el futuro del país, precisamente para evitar lo que hoy está ocurriendo con grave flagelo para el pueblo, sus instituciones y nuestra frágil democracia que nos hemos esforzado por construir desde los años 80; todo, sin resultado positivo, por la terquedad, egoísmo y sordera de algunos políticos de viejo cuño que boicotearon el esfuerzo de ciudadanos pensantes y patrióticamente intencionados cuyo único objetivo era salvar la República de los desmanes y de la corrupción que ya se cernía, desde aquellos tiempos, sobre Honduras. Hoy, algunos de esos mismos personajes funestos siguen boicoteando ese diálogo responsable que la ciudadanía reclama en las calles de pueblos y ciudades.

Es inaudito e inaceptable, por temerario, el empecinamiento de un sector cavernario de la tribu gobernante que se rehúsa a escuchar el clamor del pueblo en las calles; ese mismo pueblo a quien la presidenta en su campaña juró defender, proteger y estimular para que detuviera su estrepitosa caída en el foso de la pobreza y la miseria. Con una frialdad pasmosa y con una demagogia ofensiva, algunos voceros oficiales y otros oficiosos del gobierno, pero, particularmente, algunos aprendices de brujos legisladores, dueños absolutos, según ellos, de la verdad, contribuyen a minarle el suelo a la novel mandataria cuyo gobierno naufraga, cada día más, en el foso del desprestigio.

El resentimiento que conduce inexorablemente al odio y al rotundo fracaso político en las futuras contiendas electorales es más que ostensible en todos los rincones del país. Los ineptos conductores del oficialismo en su incapacidad para controlar las fuerzas multidireccionales que destruyen poco a poco la República y sus instituciones, persisten en recurrir a la ofensa, la descalificación, la persecución de opositores y al descrédito de las voces disidentes que cada día crecen, reclamando, en todos los rincones del país, la corrección de las actitudes negativas del régimen.

El rintintín desgastado de la acusación insustancial que insiste en calificar de cómplices del narcotráfico y del crimen organizado a todo aquel disidente, ya cayó en el hastiamiento de todo el pueblo mayoritario al punto que a nadie convence ni impresiona ese discurso de barricada, propio de los políticos rancios para hacer sus campañas al viejo estilo, ya no puede aceptarse ni en broma porque no contribuye a sacar el país de las arenas movedizas en que se hunde cada día más. Da un pesar profundo escuchar algunos vampiritos y vampiritas de la política criolla, debatir, o mejor dicho despotricar, irrespetuosamente en los variados programas de debates televisivos, haciendo gala de su descortesía, irrespeto para con sus interlocutores, reflejando su falta de educación, su pobre calidad humana y sus demás carencias de personalidad que los descalifica para ocupar posiciones de representación popular o desempeñar funciones administrativas en el gobierno de la República, al lado de la gobernante doña Xiomara Castro, quien no merece que tanto chabacán le desestabilice su gobierno. ¡Dios salve a Honduras de estas criaturas!