El total de muertos en Haití tras el paso del huracán Matthew llegaba, según Reuters, a 1,000, el domingo pasado. La tormenta más feroz en el Caribe en casi una década azotó con vientos de hasta 230 kilómetros por hora. Ahora, realmente destruyen los huracanes o son los hombres. Claramente las destructivas políticas implementadas por los gobiernos han empobrecido al país, que vive en una precariedad incapaz de soportar catástrofes, pero hay más.
Dice Antonio Ruiz de Elvira, Catedrático de Física Aplicada en la Universidad de Alcalá de Henares, que los huracanes son columnas de vapor de agua que ascienden en la atmósfera, desde una superficie (del mar o de la llanura) caliente, hacia arriba y son autoalimentados mientras haya agua en la superficie o cerca de ella. Cuanto más sube la columna de aire con vapor y agua, mayor es la diferencia de presiones entre el exterior del huracán y su centro.
Matthew ha tenido una presión en su interior de 940 hPa cuando la presión atmosférica normal es de 1013 hPa. La diferencia son 73 hPa, siendo un Pa (pascal) un newton de fuerza por metro cuadrado. Los seres humanos tenemos, en nuestros brazos o piernas, una fuerza de 700 newtons, es decir, que 73 hPa son 7300 newtons -que pueden levantar unos 700 kilos- por metro cuadrado. Entonces, sobre el techo de una casa de 70 metros cuadrados, la fuerza del huracán levantaría unas 50 toneladas.
En cuanto al viento, la presión de uno de 200 km/h se puede calcular multiplicando la densidad del aire, 1.2 kilos por metro cúbico, por el cuadrado de la velocidad llegando a unos 18 hPa, que sobre un metro cuadrado nos dan 1800 newtons: dos veces y media la fuerza de una persona. Por otro lado, la energía térmica de un huracán equivale a unos 0.6 billones de kilowatios, 200 veces la potencia eléctrica humana. Y a esto hay que sumarle las inundaciones que suelen ocurrir al paso de estos vientos.
Ahora, dice Ruiz de Elvira que “los daños de los huracanes se deben… a las fuerzas de la naturaleza, pero también, y esto es muy importante, al descuido de los seres humanos”. Sucede que, debido a distintas regulaciones estatales e intervenciones en el mercado, muchos edificios no están diseñados para soportar esas fuerzas, cuando unos buenos edificios hechos en hormigón, o en madera tratada de forma moderna, podrían resistir los huracanes.
El gran desastre del huracán Katrina se debió mucho más a la malísima calidad de los diques que drenan el delta del Mississippi -que fueron construidos por el ejército americano, ya que la ley no prevé construcciones privadas- y a la baja calidad de los edificios.
Para remate, asegura Ruiz de Elvira, los caminos estatales no prevén bordes amplios por donde puedan acudir la policía y las grúas en los casos de accidentes, “las normas de construcción en las zonas de huracanes en EE.UU., México y Centroamérica, o en las Filipinas y las costas de China… son inmensamente defectuosas”.
Lo cierto es que si tuvieran la posibilidad -la libertad- de hacerlo, por ejemplo, entre los constructores de edificios, casas y barrios privados y las compañías aseguradoras construirían las infraestructuras adecuadas. Por caso, ante la posibilidad de un huracán como Katrina, a las aseguradoras les resulta más económico la construcción de diques efectivos, antes que tener que pagar los inconmensurables gastos por la destrucción que finalmente ocurrió.
Dice Antonio Ruiz de Elvira, Catedrático de Física Aplicada en la Universidad de Alcalá de Henares, que los huracanes son columnas de vapor de agua que ascienden en la atmósfera, desde una superficie (del mar o de la llanura) caliente, hacia arriba y son autoalimentados mientras haya agua en la superficie o cerca de ella. Cuanto más sube la columna de aire con vapor y agua, mayor es la diferencia de presiones entre el exterior del huracán y su centro.
Matthew ha tenido una presión en su interior de 940 hPa cuando la presión atmosférica normal es de 1013 hPa. La diferencia son 73 hPa, siendo un Pa (pascal) un newton de fuerza por metro cuadrado. Los seres humanos tenemos, en nuestros brazos o piernas, una fuerza de 700 newtons, es decir, que 73 hPa son 7300 newtons -que pueden levantar unos 700 kilos- por metro cuadrado. Entonces, sobre el techo de una casa de 70 metros cuadrados, la fuerza del huracán levantaría unas 50 toneladas.
En cuanto al viento, la presión de uno de 200 km/h se puede calcular multiplicando la densidad del aire, 1.2 kilos por metro cúbico, por el cuadrado de la velocidad llegando a unos 18 hPa, que sobre un metro cuadrado nos dan 1800 newtons: dos veces y media la fuerza de una persona. Por otro lado, la energía térmica de un huracán equivale a unos 0.6 billones de kilowatios, 200 veces la potencia eléctrica humana. Y a esto hay que sumarle las inundaciones que suelen ocurrir al paso de estos vientos.
Ahora, dice Ruiz de Elvira que “los daños de los huracanes se deben… a las fuerzas de la naturaleza, pero también, y esto es muy importante, al descuido de los seres humanos”. Sucede que, debido a distintas regulaciones estatales e intervenciones en el mercado, muchos edificios no están diseñados para soportar esas fuerzas, cuando unos buenos edificios hechos en hormigón, o en madera tratada de forma moderna, podrían resistir los huracanes.
El gran desastre del huracán Katrina se debió mucho más a la malísima calidad de los diques que drenan el delta del Mississippi -que fueron construidos por el ejército americano, ya que la ley no prevé construcciones privadas- y a la baja calidad de los edificios.
Para remate, asegura Ruiz de Elvira, los caminos estatales no prevén bordes amplios por donde puedan acudir la policía y las grúas en los casos de accidentes, “las normas de construcción en las zonas de huracanes en EE.UU., México y Centroamérica, o en las Filipinas y las costas de China… son inmensamente defectuosas”.
Lo cierto es que si tuvieran la posibilidad -la libertad- de hacerlo, por ejemplo, entre los constructores de edificios, casas y barrios privados y las compañías aseguradoras construirían las infraestructuras adecuadas. Por caso, ante la posibilidad de un huracán como Katrina, a las aseguradoras les resulta más económico la construcción de diques efectivos, antes que tener que pagar los inconmensurables gastos por la destrucción que finalmente ocurrió.
*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California