Cuando hablamos de intersubjetividad, nos referimos al reconocimiento y entendimiento colectivo sobre diversos temas. Por ejemplo, todos le damos un valor al dinero porque ya es una construcción intersubjetiva que todos hemos decidido aceptar. Estas construcciones, naturalmente, se apoyan en leyes, reglamentos, acuerdos o en la mera costumbre. En este caso, para los fines de esta columna, me quiero enfocar en la concepción que tenemos socialmente del “político”.
Aquí en Honduras, hablar de política es automáticamente hablar de corrupción, fanatismo y, en algunos casos, hasta de crimen organizado. Pero la esencia de la política no es esa, ni al caso.
La política debemos entenderla como la ciencia que busca el bien común. Proviene del latín politicus, que a su vez viene del griego politiká y que alude a la cosa pública. Sin embargo, nada de lo que percibimos por política está correcto. En gran medida, influye muy negativamente la era en la que nos encontramos, donde las grandes redes de corrupción han destruido el Estado de derecho en Honduras. Por ende, su institucionalidad y la percepción social de la política y la función pública no es la mejor. Y es que, con hospitales en malas condiciones y un sistema educativo con retos considerables, es entendible que de alguna manera exista cierto repudio hacia la imagen de las personas que aspiran a llegar a cargos de elección popular.
Es curioso observar que algunas personas buscan cargos de elección popular y dicen que no son “políticos”. Otras expresiones que se logran apreciar son: “robó, pero hizo”; o, por ejemplo, si usted es empresario, académico o cristiano, la gente siempre dice: -No se meta a política porque no va a llegar, ahí solo llegan los políticos, y usted no es político.-
Es apremiante que las personas que sí pueden ayudar a la situación del país se involucren. Pero, para ello, de manera simultánea, deben trabajarse campañas de concientización y denuncias de corrupción contra el mal actuar de los gobernantes. Es inconcebible que un partido político llegue a gobernar para los suyos y no para la hondureñidad.
Es momento de construir una nueva imagen de la política en Honduras. Eso sucederá cuando los buenos hondureños se involucren, y será una realidad cuando las mayorías apoyen a los buenos hondureños y no a sus “líderes políticos por disciplina partidaria”