Vivimos tiempos violentos: es una afirmación que prácticamente cualquier ser humano ha podido hacer en cualquier época y resulta cierta, no se puede más que decir que la era humana ha sido una era de violencia. Pero la afirmación de que vivimos en la época más reaccionaria hacia la violencia es propia de siglo XXI, particularmente de las últimas décadas.
Pese a que no es a lo único a lo que reaccionamos, porque el mundo reacciona hoy frente a prácticamente todo, es cierto que en ninguna otra época se la ha rechazado tanto.
El problema es dónde.
En las últimas semanas se ha estado desarrollando el Festival de Cannes, en el que hubo un hecho (como casi todos los años) memorable. El polémico director danés Lars Von Trier presentó su más reciente producción en la que narra la vida de un asesino en serie y que por su fiel traducción al español se llama “La casa que Jack construyó”; lo particular radicó en que durante la exhibición del largometraje los espectadores comenzaron a salir de la sala alegando que era un filme demasiado violento, que no debió presentarse nunca en el festival. La organización ya se había blindado, aceptó la exhibición del metraje solamente fuera de competencia.
Salieron de la sala en protesta por las crudas escenas de la película y no dudo que las mismas personas condenen también los actos de terrorismo, la violencia común, la violencia del crimen organizado, la violencia epistémica o la violencia simbólica; sin embargo, una sala de cine, o el exterior de ella en este caso, no es el mejor lugar para combatir un mal que desde siempre nos atañe.
Las películas, las series, las telenovelas, los videojuegos e incluso los libros están sirviendo por estos años de chivo expiatorio, y se les está acusando, al menos en parte, de ser los culpables de la violencia que nos embarga.
Es importante considerar que el uso de la fuerza, los ataques, la intriga y la maldad en general han formado parte de las artes verbales o gráficas desde siempre. Y aunque es cierto que, como se dijo en el primer párrafo, toda época ha sido violenta, no se puede ser falaz y decir que estos hechos son vinculantes, porque no.
Solo hay que recordar “El padrino”, de Francis Ford Coppola, filme basado en un libro sobre la mafia, un clásico del cine, que nadie se atrevería a decir que promueve o es modelo de actos delictivos.
La violencia no nace en una sala de cine ni en el televisor ni en las páginas de un libro, la violencia nace en la intimidad del ser humano, en el odio del que es víctima. Toda persona en su plena conciencia es capaz de distinguir la ficción de la realidad.
Los actos de violencia no son un problema de cineastas (al menos, no por el hecho de ser cineastas o escritores), son un problema de Estado, de familia, de sociedad, de educación.