La mañana era una bruma espesa de vientos espantados por las últimas noticias que venían desde los rumores de la vieja ciudad. El presidente se sentó al borde de la cama… se miró sus pies y caminó al espejo, se vio un hombre abatido y ya sin gloria…
Una larga cadena de vergüenza de mandatarios latinoamericanos arrastró la democracia al lodazal de la corrupción, y los llevó a la destitución, o en el más digno de los casos: la dimisión a fin de dar la cara ante el veredicto de la historia, que ya no
podía cargar con ellos.
En el 2018, el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, desiste luego de que la fuerza opositora lo denunciara por comprar el voto de un legislador. Solo un voto. En el 2015 en la eterna primavera de Guatemala, Otto Pérez Molina, abandonaba el poder después de que un juez girara una orden de arresto por delitos de corrupción. En Paraguay, Fernando Lugo fue sustituido en 2012 por mal desempeño de sus funciones, en un juicio político en el Senado. En 2009, Honduras ya conoce la pseudorrenuncia del gobernante Zelaya, que fue arrestado y expulsado del país por fuerzas militares, quienes seguían la orden pronunciada por los opositores que controlaban la Corte Suprema de Justicia. En abril de 2005, en medio de una revuelta popular, el presidente Lucio Gutiérrez, acusado de colocar a allegados en la Corte Suprema de Justicia, fue igualmente depuesto por el Parlamento. En el 2004, en Haití, Jean-Bertrand Aristide se va del país en un avión militar a la República Centroafricana. Atrás quedaba el país más empobrecido de América. En el 2003, el presidente de Bolivia, Gonzalo Sánchez, dimite y deja el país en medio de protestas violentas. En 2001 en la Argentina, Fernando de la Rúa cesa en el cargo en medio de un fuerte estallido social por una grave situación económica que puso al país en la hoguera de la pobreza. En el 2000 en Perú, Alberto Fujimori renunció a la presidencia vía fax desde Japón, luego de hacerse públicos los escándalos de corrupción, tras una década en el poder. Pese a presentar su dimisión, el Congreso no la aceptó y lo degradó de su puesto, poco después se pudría en la cárcel. En 1999, en Paraguay, el presidente Raúl Cubas renuncia posteriormente de un largo conflicto legislativo y judicial. Su dimisión se produjo días después del asesinato del vicepresidente del país, Luis María Argaña. El Ecuador de Abdalá Bucaram, acusado de desvío de fondos públicos, fue removido en 1997 a seis meses más tarde de su investidura. En Venezuela, el presidente Carlos Andrés Pérez, acusado de malversación y enriquecimiento ilícito, fue cesado en mayo de 1993 por el Congreso. En 1992, en Brasil, Fernando Collor de Mello, acusado de corrupción pasiva, dimitió, lo cual no impidió que el Senado votase al día siguiente su destitución… décadas después, en 2016, la presidenta Dilma Rousseff fue destituida y acusada de maquillar las cuentas públicas tras un controvertido proceso.
Construyamos un hogar donde podamos vivir todos y no una casa de poquitos y el infierno de la mayoría. La mañana era una bruma espesa de vientos espantados por las últimas noticias que venían desde los rumores de la vieja ciudad. El presidente se sentó al borde de la cama… se miró sus pies y caminó al espejo y vio escrito la palabra: ¡renuncia...!.