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Cual haz de varas

El haz de lictores era la unión de al menos treinta varas, atadas con una cinta de cuero rojo y formando un cilindro que sujetaba un hacha; las varas -que solían ser de abedul u olmo- representaban las curias romanas y se llamaba fasces en latín.

Aunque su origen se remontaba a la monarquía de la época etrusca, fue adoptado por los gobernantes romanos: el haz de varas representaba poder militar y unidad pues es bien sabido que una sola vara podía quebrarse con facilidad, pero no un grupo de varas ordenadas de forma compacta.

Por su parte, el hacha integrada a los fasces era un símbolo de justicia; precisamente, quienes los portaban durante la república fueron los lictores, funcionarios que escoltaban a los magistrados y garantizaban el orden público.


Si bien fueron utilizados como ícono del fascismo italiano, los fasces son parte de la simbología favorita de los ideales republicanos en muchos países del planeta, pudiendo encontrarse su imagen en lugares tan variados como los escudos de Francia, Ecuador y Cuba, emblemas policiales, la sede del Congreso y la escultura de Abraham Lincoln en Washington, así como en el monumento conmemorativo de la independencia de México.

Además de representar el anhelo de justicia, la imagen del poderoso haz recuerda que es en la unidad que radica la fuerza.


En numerosos ámbitos se aspira a lograr la unidad de criterios, intenciones y voluntades cuando son variadas las partes involucradas. Superados los intereses individuales, asociarse libremente con los demás con la mirada puesta en un objetivo común, facilita su logro aún y cuando se trate de la más compleja y retadora tarea. Ejemplos sobran en la historia, no solo de cómo se han llevado a cabo proezas aparentemente imposibles con el concurso de muchos, sino de cómo el hado castiga implacablemente a quienes niegan posibilidad al acuerdo y trabajo de consuno.


Naciones beligerantes, empresas, orquestas y bandas de música, equipos deportivos, partidos políticos, pueblos, familias, en general todo conglomerado humano menudo o grande, han logrado sobreponerse a sus diferencias y hasta aprovechar su rica diversidad, gracias a la capacidad portentosa de grandes liderazgos. Pero las victorias en guerras mundiales, los ensambles de talentos para ejecutar con precisión sinfonías y éxitos del “hit parade”, los laureles y récords en competencias, los arrolladores triunfos electorales, el crecimiento en obra y bienes públicos, el legado familiar preservado y acrecentado, requirieron carisma no solo de conductores -como creen los que aúpan caudillos- sino de cada una de las partes de equipos, que ciertamente valen como piezas individuales pero suman mucho más cuando son “haz de varas”.


La fuerza de Roma radicaba en la unidad de sus curias, no solo en sus césares.