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Corrupción y transformación policial

Hacia 1970, la ciudad de Nueva York fue el centro de un fenómeno poco imaginado: dos oficiales de policía habían denunciado un sinnúmero de prácticas corruptas realizadas por sus compañeros. No solo eso, había toda una estrategia que impedía penetrar los tentáculos de tal corrupción. Era una corrupción que penetraba las diversas estructuras institucionales de la policía. Esos oficiales fueron David Durk y Frank Serpico. El segundo más conocido que el primero por la promoción que generó llevar su historia al cine. El impacto fue tan grande que no solo consistió en la denuncia, sino, que sirvieron de testigos para acusar a sus compañeros. Lo que comenzó como algo sencillo se convirtió en un fenómeno político que llevó a la creación de lo que se conoció como la Comisión Knapp. Por ello, hablar de la corrupción policial no es algo nuevo ni propio de Honduras. Sobre este complejo tema de la corrupción policial han surgido tres teorías importantes. En primer lugar, está una teoría que para nosotros los hondureños es muy conocida. Se trata de la teoría de las “Manzanas Podridas”. Su argumento principal es que las instituciones policiales tienen una mayor cantidad de policías honestos y que la minoría se ha contaminado. A esos policías les han llamado “las manzanas podridas”. La tesis es que sacando las manzanas podridas se puede evitar que contaminen al resto de manzanas y con ello se puede evitar que la corrupción se generalice. Justamente esta fue la tesis argumentada, desarrollada y defendida por la Comisión Especial para el proceso de Depuración y Transformación de la Policía Nacional.

La tesis no es errónea, sin embargo, no da cuenta de la totalidad del complejo fenómeno. Por ello, su impacto -aunque significativo-, dejó aspectos que es necesario abordar. No es que el trabajo de los depuradores haya sido malo y que todo debe anularse. Es probable que como todo proceso necesite afinar la metodología utilizada.

Una segunda teoría tiene que ver con lo que los especialistas han denominado el problema de la “Cesta Podrida” o de los “Barriles Podridos”. La hipótesis cambia radicalmente. Pasa de considerar que los malos son menos y los buenos son más, a pensar que los malos son más porque lo que pudre a las manzanas es la cesta donde están incluidas esas manzanas. Vale decir, es un problema de la institución que requiere no solamente sacar a unos pocos sino establecer mecanismos que permitan el rediseño, la reingeniería y, sobre todo, la formulación de nuevas reglas que apunten a la rendición de cuentas de manera permanente. Solamente imprimiéndole una nueva forma de gestionar los procesos y los programas se puede superar ese enorme problema que envuelve la institución policial. Este proceso el ministro Julián Pacheco Tinoco lo visualizó hace algún tiempo y planteo estrategias para revertirlo. Sin embargo, de la misma forma que contaminar una institución es un proceso lento, sanear esa institución es todavía más lento. Cuando se naturalizan las prácticas policiales que involucran las lógicas institucionales, desnaturalizar esas prácticas puede llevar mucho más tiempo. Sin embargo, hay que reconocer que no se puede afirmar que toda la institución policial ha estado contaminada, pero sí es necesario reconocer que gran parte de las prácticas institucionales no eran las más transparentes. Una tercera teoría consiste en lo que los especialistas le llaman “el Huerto Podrido”, o, en otras palabras, el sistema podrido. La tesis acá es que la corrupción rebasa a unos pocos policías, rebasa la institución policial y fundamentalmente ha penetrado las principales instituciones de la sociedad. Ese justamente parece ser el caso hondureño. Digamos que la metáfora sobre el “Huerto Podrido” nos lleva a reconocer que el problema no solamente consiste en la corrupción de unos cuantos policías (manzanas podridas), en una determinada institución policial (barril podrido); sino, que la corrupción policial hay que situarla en un contexto social determinado que les da vida a los diferentes procesos de corrupción (Huerto Podrido). Dicho en otras palabras, la corrupción policial no puede entenderse sin analizar el contexto en donde esta se inserta. Hay que hacer un análisis sistémico e integral. Tal como sostienen diversos especialistas, no hay corrupto sin corruptor. Si bien la Comisión Knapp marcó un nuevo rumbo y desnudó la corrupción policial en Nueva York, al tiempo que estableció una serie de recomendaciones para mejorar el tema de la corrupción de la policía de Nueva York, no podemos ignorar que los cambios que generó fueron pocos comparados con la publicidad que se le dio. Valga como evidencia que el 27 de septiembre de 1997, Diario El País de España realizó un reportaje denominado “Serpico vuelve a la carga”. Aquí el expolicía vuelve a denunciar que la corrupción policial en Nueva York sigue intacta. Por esta razón, hay varios aspectos que considero necesario resaltar: En primer lugar, que partir de la teoría de las “Manzanas Podridas” no es un error, pero es un proceso incompleto. La experiencia en EE UU, América Latina y recientemente en Honduras así parece demostrarlo. En segundo lugar, que es necesario pensar en la “Cesta Podrida”. Vale decir en las diversas relaciones que se establecen en la institución policial. Este aspecto complementaría un proceso de transformación institucional. Sobre esta dimensión ha habido avances significativos. Un tercer aspecto es relacionar lo que pasa con la policía y la sociedad. La policía es hija de la sociedad y no a la inversa. La sociedad no puede negar que ha contaminado a la policía. El cambio en la cultura policial viene dado en gran parte por la sociedad. Esa es una relación indisociable. El ministro Julián Pacheco Tinoco y la cúpula policial se han dado cuenta que la clave está en la articulación de estos tres escenarios. En esa articulación puede cobrar vida la construcción de la nueva identidad profesional policial. Este nuevo policía puede hacer realidad lo que en un momento Frank Serpico sostuvo: “El principal desafío para una política de seguridad es crear la atmósfera institucional que haga que el policía corrupto le tema al policía honesto y no al revés”.