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Cómo lidiar con los irresponsables

La pandemia del coronavirus es una confluencia entre dos variables: la trasmisibilidad-agresividad del virus y la irresponsabilidad social. Los niveles de infección y mortalidad, al principio insospechados, jamás habrían alcanzado picos tan alarmantes si la protección hubiera sido el estandarte de cada ser humano. No estoy seguro de los resultados concretos, pero el panorama habría sido menos sombrío. Entre el virus y los humanos hemos construido este castillo de aflicción e incertidumbre.

Toda persona responsable ha tenido frente a sí a una persona irresponsable, hasta es posible que convivan en la misma casa. Una persona irresponsable que quizá usa la mascarilla en la barbilla o en el cuello o directamente no la usa. Los pretextos para no protegerse hasta se pueden clasificar: están los conspiracionistas y negacionistas, los de tipo religioso irracional, la ignorancia misma; y están aquellas personas que creen vivir al extremo, pero que mueren del susto si se infectan. También es común enfrentarse a personas que no quieren vacunarse bajo otro rosario de excusas.

Aquí no se puede hablar de respeto de la opinión ajena, porque esa opinión se transforma en un daño mortal para la sociedad. Además, como plantea Arturo Pérez Reverte, no todas las opiniones son respetables. Lo serían si todas tuvieran fundamento en el pensamiento crítico o en el razonamiento noble, pero no es el caso.

Creo que lo primero que se debe hacer con los imprudentes es hacerles notar su error. Quizá, como primera instancia haya que ser discreto y decírselo en privado. Muy probablemente se moleste, se ofenda o pretenda convencerlo, con pobres argumentos, de que su proceder si no es el adecuado, por lo menos no es tan vil. Para tal fin no es necesario llegar a ser ofensivo, ni mucho menos violento. Con un lenguaje asertivo y adecuado creo que se puede entender el mensaje. Se suele hablar con mayor franqueza de cosas menos importantes.

Si su interlocutor además de irresponsable es poco abierto al diálogo, no conviene hacer demasiado esfuerzo en tratar de convencer a una persona que ni ante la monumental evidencia cede un poco en sus caprichos de persona imprudente.

Es normal que sintamos temor de ser llamados exagerados cuando defendemos vehementemente y en la praxis la responsabilidad como valor concreto en la actualidad, pero hay que pensar que es por un bien mayor.

Es necesario indicar una de las falacias en las que suelen caer los irresponsables. “A mí nada me ha pasado… aquí estoy”. Evidentemente se está utilizando un ejemplo como si ese representara a la generalidad. Además, esta es una muestra de que son egoístas.

Nuestra tolerancia tiene más o menos la misma frontera que nuestra seguridad. Podemos tolerar las ideas de las demás personas en la medida en la que no nos expongan a un peligro. Y un virus que ha matado a más de cuatro millones de personas en el mundo, creo que es una razón lo suficientemente peligrosa para tratar de protegerse.

No está de más recordarles, de manera cortés, que mucho de lo que ha sucedido en el mundo en los últimos 20 meses se debe a su irresponsabilidad. Si queremos una vida más o menos normal en un futuro cercano, es necesario que comencemos a corregir abiertamente a los irresponsables.