Café con pan y otros atavismos

Cada cierto tiempo, el algoritmo de las plataformas nos trae memes que hacen chanza de nuestro hábito vespertino del tomar café con pan

  • 14 de febrero de 2025 a las 00:00

¿Está nuestra identidad en riesgo cuando los miembros más jóvenes de nuestra nación prefieren estar ante una pantalla que consumir café con pan por la tarde?, ¿se perderán el tamal pisque, los “mamachos” y las capirotadas por el abuso de la harina de maíz? ¿Correrán el mismo destino de la pizpirigaña, entretenimiento infantil que difícilmente puede competir con los modernos juegos digitales? (si ya corrió a buscar el diccionario, entenderá la pregunta).

Hace unos días hice un recuento de tradiciones que se pierden poco a poco debido a la invasión de la modernidad en nuestras vidas. No solo ocurre por la omnipresente tecnología, sino también por el cambio de hábitos que ha acompañado la transición del entorno rural a uno urbano, la mudanza del viejo barrio a colonias y edificios de apartamentos, o simplemente la paulatina ruptura de los lazos familiares extendidos que caracterizaban nuestra cultura latinoamericana (¿acaso no tenemos todos, primos “en tercer grado” desconocidos, pero cercanos cada vez que había ceremonias convocantes como bodas y velorios?).

Lejanos están los tiempos en que, alrededor del fuego hogareño o de un candil, los más y los menos jóvenes disfrutaban de las historias añejas de los abuelos o de los chistes y cuentos de un tío “perrero”. Verdaderos depositarios de tradiciones orales que pasaban de generación en generación, nuestros ancestros se las ingeniaron para hacer llegar su “herencia” a algún miembro de nuestro círculo familiar, quien -sin ser del todo consciente de ello- harían lo mismo con algún espíritu perspicaz de la generación más reciente. Sin embargo, y “he ahí el detalle” como decía más o menos el histrión, no hay garantía de que así ocurra si la transmisión boca-a-boca es sustituida por ese moderno “storytelling”, mal tecleado en un procesador de texto o en una nota de voz de formato desconocido.

Poder resguardar en común los rasgos más significativos de una cultura o de una época determinada es cada vez más complejo debido a esa tendencia al encierro unidireccional que producen las modernas máquinas para la telecomunicación. Aunque no todo mundo tiene los mismos recuerdos, no hay duda de que es importante conservar y transmitir aquellos que son colectivos, especialmente, si no son nuevos y más relevante aún, si su antigüedad nos permite remontarnos a nuestros orígenes e identidad compartida. Agruparse sentados en la acera frente a la casa, o hacer un corrillo espontáneo en una esquina del barrio, no solo permitía conocer “las novedades (chismes) de la cuadra”, sino crear lazos fraternos con los contertulios. Además del intercambio de información, ahí nacían juegos, noviazgos, emprendimientos y, no pocas veces, la solidaridad que luego se hacía patente en momentos de celebración y desgracia.

Cada cierto tiempo, el algoritmo de las plataformas nos trae memes que hacen chanza de nuestro hábito vespertino del tomar café con pan. Y confieso que me sacan una sonrisa, pero también me reafirman quién soy y de dónde vengo.

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