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Abaratar el examen de covid-19

En la primera mitad del año pasado, el ya espantoso examen del hisopado -para saber si el maldito coronavirus se nos había colado en la vida-, se volvía peor cuando alguien intentaba hacérselo en un laboratorio privado, hasta cinco mil lempiras por diez segundos de tortura nasofaríngea.

Algunos suertudos podían pagárselo sin pestañar, pero otros -desesperados y temerosos- tuvieron que someter la factura a la sofocante tarjeta de crédito, y entre la fiebre y la jaqueca, aplazaron el pago por un año, así que apenas salieron de la deuda.

Un año después de intenso aprendizaje y de aplicación incombustible de la ciencia, surgieron diferentes medicamentos y presurosas vacunas, que disminuyeron el pánico mortal por el coronavirus; y como el mercado también opera en la tragedia, los precios cayeron imparables.

No es que ahora sean gratis en los laboratorios privados, pero ya salen a 1,200 lempiras, en algunos lugares a 600, y alguien soltó que hasta por 400; dependiendo si es un PCR, que rastrea el ARN del invasivo virus; el de antígenos, que detecta la proteína y se hace rápidamente; o la prueba de Elisa -es un acrónimo, no un nombre- que identifica la producción de anticuerpos.

Claro que está la opción de ir a los centros de triajes, creados especialmente para enfrentar la crisis sanitaria, o también a los hospitales públicos, que apartaron salas específicas para atender a pacientes por covid-19; allí los exámenes -pinchazo o hisopado- son gratis.

Gratis en cuanto a dinero, porque el sacrificio es inconmensurable en algunos casos, solo basta decir que ciertas salas de triajes le exigen llegar a la toma de muestra para un PCR a las 5:00 de la mañana, a usted y a unos cuantos más; así que aparte de madrugar, muchos temen contagiarse entre tantos sospechosos.

Tampoco hay privacidad en el Seguro Social, -en esencia es un hospital privado, aunque por sus carencias parezca público-, la toma de muestras se hace en ciertos casos a la vista de todos, y no es que se crea la gran cosa, pero es incómodo que los demás lo vean retorcerse en la silla y gesticular horrible, mientras le bucean en la nariz con un hisopo.

Ahora que muchos, por irresponsable descuido o por irreprochable exposición, han elevado súbitamente los casos, y que por infortunio coincide con el cierre de varias salas de triajes y el impago de salario de algún personal sanitario, la participación de los laboratorios privados es inestimable para descubrir más casos y apurar la atención.

Por eso un acuerdo, un consorcio, entre gobierno y laboratorios podría ayudarnos a todos, porque es una enfermedad colectiva. Para algunos pagar 600 lempiras por examen es barato; para muchos, muchísimos hondureños es inalcanzable, competiría con la comida de la semana, con el transporte del mes, y entre eso, el miedo y el sacrificio del triaje, prefieren no hacer nada, hasta que es demasiado tarde.