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Centroamérica: tres posibles escenarios

En el 2012 la Fundación Friedrich Ebert planteo tres probables cursos de rumbo para el istmo: el optimista, el tendencial, el pesimista.

En el primero, nuevos liderazgos asumen control, con el compromiso político y responsabilidad social de contar con una representación equilibrada de mujeres y hombres; la democratización logró avances al empoderar a nuevos y viejos actores sociales, ampliando la participación ciudadana, mejorando la representación política, protegiendo al Estado de grupos fácticos, logrando acuerdos básicos que priorizaron políticas redistributivas, sistemas tributarios progresivos, un aparato público transparente en la asignación y ejecución del gasto, permitiendo ampliar la cobertura sanitaria, educativa, justicia, seguridad. Se redujo gradualmente la precariedad laboral, el empleo informal, las asimetrías de género; las víctimas del tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas con fines laborales y sexuales encuentran protección. Se asume la seguridad alimentaria y nutricional como política pública y estrategia regional,

En el segundo, se avanza a tientas, resintiendo la poca profundidad del desarrollo humano, con una movilidad social truncada. Las élites financieras ligadas al capital transnacional continúan hegemónicas. Se avanzó muy poco en adaptar el sistema educativo a las necesidades de innovación y requerimientos tecnológicos; la infraestructura y sobrevivencia alimentaria se encuentran en grave peligro. La desigualdad constituye uno de los principales lastres que se afrontan; la oposición de las comunidades rurales a los megaproyectos extractivos , hidroeléctricos y de cultivos para la exportación, se mantuvo, alcanzando niveles confrontativos. Creció la intensidad y frecuencia de los fenómenos climáticos, aumentando las pérdidas en la producción agrícola. La migración continuó siendo una válvula de escape ante el desempleo.

En el tercero, “Centroamérica se cae a pedazos”, profundizando la intervención externa en el Triángulo Norte. Los grupos de poder económico, lícitos e ilícitos, afianzan su control del sistema político, con regímenes autoritarios obedientes a los intereses de las transnacionales, los grandes proyectos privados basándose en el despojo y explotación irracional de recursos naturales. Las denuncias de fraude y militarización de los procesos electorales se intensifican. La deslegitimación de la representación democrática, la disminución de la base sindical, la represión y dispersión de los movimientos sociales favorecieron a liderazgos mesiánicos autoritarios y la concentración de poder político y económico.

En lo electoral, las reformas políticas fueron superficiales, más orientadas a la administración del proceso electoral que a permitir la inclusión y equidad, profundizando la captura del Estado por poderes fácticos y la concentración del poder en el Ejecutivo. Las deplorables condiciones económicas intensificaron la presión migratoria. “En el año del Bicentenario de la Independencia centroamericana, el istmo perdió el rumbo, nunca puso a la gente en el centro de las políticas de desarrollo. Ya no es la región que se quemaba a fuego lento en la década pasada, hoy arde en llamas”.