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Y después de la lista Engel, ¿qué?

Por las críticas que se están haciendo a la lista Engel, lista proporcionada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos para dar a conocer los nombres de personas involucradas en actos de corrupción del Triángulo Norte de Centroamérica, no se puede minimizar los alcances que tendrá esta iniciativa.

El fenómeno de la corrupción en los países señalados ha sido tan devastador en el consumo de recursos y en la pérdida de la institucionalidad que amplios sectores de la sociedad se han vuelto incrédulos, tanto que se niegan a creer que de donde, en el pasado, nos vinieron los males, ahora nos vengan las soluciones. No obstante, la lucha contra la corrupción deberá ser una combinación de factores internos y externos, entendiendo que, aquellos que tienen mayores recursos en el combate a este flagelo, su aporte deberá ser mayor. Según la percepción de muchos analistas, todavía en la política estadounidense hacia los países de Centroamérica y el resto de América Latina están presentes las consideraciones político-ideológicas a la hora de valorar a los gobiernos.

En El Salvador, en la lista Engel se incluyeron funcionarios cercanos al actual gobernante Nayib Bukele, lo que no ocurrió en el caso de Honduras, a pesar de que colaboradores cercanos al gobierno, incluyendo al propio mandatario, Juan Orlando Hernández, han sido señalados de manera insistente como corruptos. Por ahora, la respuesta oficialista no se hizo esperar. La reacción del jefe del Ejecutivo ha demandado un trato digno para los incluidos en la lista, además, la presunción de inocencia.

Hay que recordar que uno de los alegatos de los abogados defensores de algunos señalados consistió en que ellos no recibieron dinero del Estado, alguien, no se sabe quién, hizo el depósito en sus cuentas y por tal razón, no asumen ninguna responsabilidad, aunque no han devuelto lo depositado. Hay un sistema de justicia en el que casi siempre la presunción de inocencia se vuelve realidad, casi todos los corruptos terminan siendo sobreseídos.

Hay un daño adicional al robo de los bienes públicos por parte de inescrupulosos funcionarios, es la configuración de una cultura permisiva e individualista de algunas personas, que no puede establecer la vinculación de la corrupción con los altos niveles de pobreza e inseguridad.

La respuesta de la sociedad civil, movimientos sociales y hasta de las iglesias, es de una sospechosa indiferencia frente a los señalamientos que se hacen desde el exterior. Algunos religiosos, sobre todo de las iglesias protestantes, hasta hacen grandes cadenas de oración tomados de las manos para pedir la absolución de los pecados de burócratas cleptómanos. Si la corrupción, por su origen e impacto en una sociedad globalizada, se está volviendo un delito transnacionalizado, implicará, necesariamente, un abordaje multilateral, cuyas acciones deben tener un sentido colaborativo.

Es deseable que lo actuado por Estados Unidos hasta ahora en los países del Triángulo Norte no se quede en la emisión de una lista, de ser así, lo que está ocurriendo será otro esfuerzo fallido.