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Prontuario de virtudes

Dentro de poco tendré la alegría de publicar mi primer libro. No me había decidido a hacerlo hasta que Horacio, un buen amigo, revisó los artículos sobre virtudes que venía haciendo desde hace algunos años. Sus comentarios me animaron a terminar el trabajo comenzado. Cuando de publicar se trata, siempre tengo en mente la recomendación que una persona con mucho criterio me decía: “Ten cuidado de no perder el tiempo ni de hacerlo perder a los demás”. Se refería al hecho de la cantidad de escritos insustanciales que salen a la luz todos los días. Si aplicamos el mismo símil que se usa a veces sobre el tiempo perdido en reuniones improductivas, podríamos decir que en un escrito insustancial que toma dos minutos de lectura, si lo leen cien personas les haríamos perder unos 200 minutos.

Me ayudaron a poner las últimas piedras las recomendaciones de Horacio, Federico y otras personas que leyeron el manuscrito. Pero también una experiencia personal de estos días. Participo en algunos chats de WhatsApp donde es frecuente encontrar noticias negativas sobre Honduras y el mundo. No negaré que en ciertas ocasiones me cuesta encontrar respuestas positivas a tanto desorden y mal ejemplo que impera en ciertos ambientes. En lugar de dejarme influir por estos acontecimientos nefastos, dediqué tiempo para estudiar más a fondo sobre la influencia de los hábitos y las virtudes en las personas. En estas últimas semanas tuve frecuentes reuniones con amigos a los que intenté ayudarles a mejorar en determinados campos en sus vidas: productividad, aprovechamiento del tiempo, orden, tiempo para leer, escritura, dedicación a la propia familia, tiempo para ejercitarse, etc. En todos los casos pude comprobar cómo cambia la actitud de las personas cuando hacen lo que está a su alcance por ser mejores. Ocurre un fenómeno interesante: si nos esforzamos en procurar pequeños cambios de mejora personal experimentamos una sensación de más control y seguridad. El pequeño éxito de vivir la puntualidad al levantarse, por ejemplo, mejora nuestra autoestima y la actitud positiva se trasmite a otros campos de nuestra vida. Nuestro mundo interior adquiere más peso, por decirlo de alguna forma, y la presión interior de optimismo y energía termina por neutralizar las influencias negativas del ambiente. Al final, vemos el entorno del color con que nosotros procuramos vencer en nuestras batallas interiores. Entonces me di cuenta que por pequeña que sea, nunca está de más una propuesta para ser virtuosos. Pensé que podría ser una respuesta válida para combatir el pesimismo que parece generalizado en nuestra sociedad.

Cuando ayudamos a otros a ser mejores, mejoramos nosotros mismos y además ya no tenemos tiempo para perderlo en lamentos y quejas estériles. Se cumplen las palabras de un buen amigo: “Fíjate quién es el que más críticas y quejas pronuncia y verás casi siempre al que menos trabaja”.

Agradezco al buen amigo Federico Hernández, escritor y exministro de Concultura de El Salvador, quien escribió el prólogo. Sería muy difícil enumerar a todos los que en cinco años me ayudaron con sus anécdotas e historias de vida. Como he dicho en otras ocasiones, tengo la enorme suerte de vivir rodeado de muchas personas de las que aprendo a diario.