Columnistas

Causas de la migración

En Honduras, la causa determinante que da cuenta del motivo del fenómeno migratorio de forma masiva y en su carácter de refugiados se vincula esencialmente en aquellos ciudadanos que tienen su vida y la de su familia en riesgo, sus vidas caminan sobre el hilo de la vida o la muerte.

Estos cientos de miles o millones de personas deciden buscar refugio en otras regiones geográficas para poner a salvo su integridad física, mental y espiritual, alcanzar en su búsqueda el mejoramiento de la calidad de vida, el desarrollo individual o familiar, oportunidades de empleo y educación, acceso a bienes y servicios, paz y tranquilidad, entre otras; bienestar negado.

Las causas predisponentes que ubican a todos estos ciudadanos en riesgo en un callejón sin salida y en una plataforma generadora de migrantes/refugiados; entre ellas: tiene mucho que ver la pobreza, el desempleo, la desigualdad, el hambre y la desnutrición, la violencia intrínseca y extrínseca del ser humano, la desesperanza y confusión, persecución política-ideológica, la incapacidad administrativa, la impunidad y la corrupción.

La corrupción es un vicio, una cultura, un acto indignante reñido con la ley y la justicia; la corrupción es un cáncer maligno que con la permisividad hace metástasis en todo el sistema administrativo público y privado y en toda la sociedad vulnerable nacional y extranjera. La corrupción no permite el desarrollo y el progreso de una nación y de su pueblo. La corrupción le roba la felicidad al pueblo; por lo tanto, en Honduras es urgente eliminarla de todos los niveles.

Sugiero entonces, antes que lleguen estos escenarios migratorios donde la marcha de retroceso no existe, en nuestra república es vital establecer y ejecutar programas y proyectos sociales agresivos, permanentes y sostenidos para poder, en primer lugar, quitar el hambre, supliendo a estas familias el alimento básico.

Muchas autoridades, empresarios e intelectuales hondureños manifiestan que nuestro pueblo pobre tiene baja autoestima y que se hace necesario elevarla, haciendo entender que la causa de la pobreza e indigencia es la baja autoestima, como si una familia indigente o en la línea de la pobreza tiene la capacidad económica o la fuerza espiritual normal de levantarla así por así. Es materialmente imposible y sucede solo en casos especiales y extraordinarios.

Existen millones de hondureños que viven en los niveles de pobreza e indigencia que sin ayuda directa o sin brindarles oportunidades reales de generarse ingresos se mantendrán allí. Es fácil emitir juicios ligeros sobre que la gente pobre carece de autoestima o la tienen baja cuando no tiene comida, salud, menos educación, y vive en condiciones infrahumanas y sin dinero. No es correcta esa apreciación. Ellos necesitan oportunidades.

En la cotidianidad que viven las familias pobres e indigentes reciben la visita no deseada y permanente del hambre, la falta de agua potable, la falta de salud, la falta de educación y la exclusión social, la enfermedad y hasta la muerte. La influencia de la autoestima en esos momentos es poca o nula porque se está caminando en la línea de muerte o vida. En este caso, lo primordial y natural es resolver el problema de comida y evitar que mueran de hambre los más vulnerables: los niños, las mujeres embarazadas y los ancianos. Es urgente poner en la bolsa de esta gente pobre e indigente dinero y garantizarles su bolsa de comida, hasta un nivel de estabilización física y mental que fortalezca el mismo espíritu, solamente así su autoestima comenzará a rehabilitarse y las mismas familias analizarán y buscarán poco a poco independizarse de los programas sociales.

Finalmente, el pueblo de Honduras continuará sufriendo y migrando masivamente en su carácter de refugiado hasta que el gobierno aplique los correctivos oportunos, eficaces, eficientes, transparentes, y entienda que el ser humano está naturalmente orientado hacia la búsqueda de metas que le permitan lograr la satisfacción de sus necesidades, tanto económicas, sociales, biológicas como cognitivas, alcanzar felicidad y bienestar, pero, en los países como Honduras, infelizmente las condiciones para lograr esos objetivos de prosperidad están negadas por la permanente crisis socio-económica, política y cultural; como consecuencia de un sistema democrático fallido.