Cartas al editor

Un extraño vuelo

Soy un halcón peregrino muy joven, apenas hace unos meses estoy volando solo, y he disfrutado mucho los paisajes que se reflejan en el mar de los cielos pulcros de este continente, que afortunado soy el que haya empollado acá, mis padres una vez me dijeron que si tenía suerte un día la vida haría que nuestras alas despegaran hacia un mismo cielo, me gusta volar solo, y es que así me detengo a admirar la belleza del Nilo, la majestuosidad del Níger, y aprendo a observar cómo los cocodrilos cazan sus presas en el Congo, esta libertad de tener alas solo algunos dioses tuvieron la dicha de tenerla.

Y fue así, en un día soleado y de pronto, que un fuerte viento me arrastró como una tormenta de arena en el desierto, que después de luchar contra su furia, solo dejé que la corriente se llevara mi espíritu aventurero hasta que choqué con una inmensa roca tallada para los mismos faraones, estuve tres días sin poder volar, tres días en donde por las noches veía cómo el cielo pintaba las estrellas en su manto, y cuando por fin de aquella casi eterna espera logré impulsar nuevamente mi vuelo, caí sin explicación alguna dentro de aquella imponente roca, fue extraño para mí ver cómo mis antepasados tenían diamantes y oro su cuerpo, me sentí tan familiarizado con aquellas imágenes, que el cruzar la oscura puerta ahora para salir, mi cuerpo tenía un aspecto diferente.

Ahora me llaman el guardián, y mi memoria tiene consciencia de los tesoros que en este lugar se encuentran, y de los misterios del universo que guarda este continente. África es la cuna de la vida, tenía que renacer un velador que cuide los secretos que allí se guardan, estas pirámides construidas para reyes nos han dejado un legado que aún en nuestra generación no hemos podido descifrar, ahora mis alas reposan, pero mi vuelo traspasa de una dimensión a otra, ahora mi vuelo también forma parte de los misterios que en Guiza de esconden. (Cuento).