Cartas al editor

Siempre y Nunca

Siempre le dijo a Nunca: ¡Nunca gobernarás! En cambio, Nunca le dijo a Siempre: ¡Siempre te equivocas en las conclusiones, a pesar de tu mente aguda y penetrante! Yo soy Siempre, y aunque la espada de Damocles penda sobre de mí, siempre reinaré, siempre gobernaré, no temo a los conspiradores, porque toda persona tiene su precio, lo dijo Wilde. Nunca le respondió a Siempre:

“Entonces, nunca sabrás si el pueblo te ama, te admira o te teme”. Y de pronto una sonora carcajada se escuchó a grito partido haciendo eco y como una fuerza poderosa y temible la carcajada se escuchó en todos los confines de la Tierra.

Dijo Siempre: “¡Querido Nunca! Ahora eres tú el que equivoca las conclusiones, el que construye sobre el pueblo, construye sobre el fango. En mi mano derecha tengo a los religiosos, herederos de los refinados gustos del cardenal Alejandro de Borgia, los que aceptan dinero a cambio de convencer a las masas de que yo el gran Siempre seré siempre su única opción.

Y en la mano izquierda están los empresarios y comerciantes amigos míos, amigos del olor refinado del dinero”. Nunca interrumpió a Siempre y le dijo: “La justicia te llegará, Siempre”. Y Siempre le contesto: “Temis está ciega, nunca ve, nunca imparte a cada quien lo suyo, por eso las palabras de Aristóteles quedaron atrás y quedaron en la nada así como quedó Eco, perdida en la nada. Solo quedó su voz como eco”.

Nunca, finalmente, le dijo: “Pero la voz de los sin voz se levantará algún día, y no será más un eco olvidado, sino que resurgirá y volverá a la vida para ser la espada de Damocles, los ojos de Temis y la espada que cortara el nudo gordiano que tiene enredado a nuestro pueblo”. En este diálogo cayó la tarde, y Nunca y Siempre caminaron juntos hacia un mismo destino y viendo un mismo horizonte.