Hace varias semanas se rescató a 140 náufragos hondureños frente a las costas del mar Caribe hondureño, hecho que impactó a toda la sociedad.
Durante más de una semana, el barco navegó sin rumbo fijo por aguas nacionales realizando la pesca de langosta y pepino de mar.
Los rescatados empezaron a pensar en la desesperación, la tripulación se vio obligada a entrar en un peligro sin resistencia, las condiciones a bordo se volvieron inhumanas.
Es preciso que seamos más solidarios con los misquitos, y esta solidaridad debe estar basada en la participación voluntaria de los miembros de esta sociedad. Apoyar a estos que son de nuestro país es humanismo.
Esta área del país sufre tanto los retrocesos culturales como los sociales que han sido causados probablemente por dos factores principales: la crisis económica de 2008 y la falta de perspectivas políticas que existe desde hace décadas.
En esta situación de gran incertidumbre pueden prevalecer actitudes intolerantes.
El panorama general es ciertamente desolador, pero tenemos que luchar para mantener las conquistas que ya han logrado y seguir adelante.
Lo que sin duda tendremos que hacer dentro de unos años será conectar la batalla por los derechos civiles con la batalla por los derechos sociales. La emancipación social y la lucha contra la desigualdad no puede estar separada de la lucha por los derechos humanos de las etnias hondureñas.
La otra batalla a la que nos hemos enfrentado en los últimos años es la de los nuevos “desaparecidos”.
Tenemos que luchar para detener la masacre que se está produciendo a lo largo de las rutas de migración, ¿es el del hundimiento de un barco el resultado de homicidios por negligencia?
Hace unos días, las familias de algunas de las víctimas viajaron a Tegucigalpa, pretendiendo ser atendidos por el jefe del Ejecutivo.
¿Serán recibidas para intervenir con ayuda oportuna?