El hombre sueña, se ilusiona, habla de alegorías, fantasías…
Hace alrededor de 700 millones de años, mientras el hombre resistía las inclemencias de los tiempos, tras el paso de las eras geológicas, había ocurrido el gran fenómeno sideral al que más tarde denominaron el big bang.
Para algunos fue el origen real del universo; Moisés vino a esclarecer el periplo de la historia al escribir sus cinco libros, alrededor del año 1410 A.C., a los cuales llamó el Pentateuco, que son los primeros libros del Antiguo Testamento.
Para el sabio pueblo judío ha sido un orgullo describir y exprimir las sabidurías del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Cada Libro narra su prehistoria.
Los pueblos antiguos se inspiraron en el Pentateuco, por el cual lucharon, documento al que denomino: alma y creencia del pueblo judío.
Como libro sagrado, sagradas son sus enseñanzas. Alguien dejó escuchar cierta verdad que no necesita discusión: “El cristianismo mundial se ha convertido en una mezcla de cristianismo y paganismo”, por otro lado, “al cristianismo utilizando enseñanzas del Pentateuco, lo están comercializando”.
Las enseñanzas más profundas que recibió Moisés, y que a los líderes religiosos nunca se las he escuchado, son las siguientes: esa bonita expresión didáctica la podemos leer en el capítulo 3 de Éxodo, versículos 13-15 y del 15-21, de los cuales aprendemos: Dios se presentó a Moisés para hacerle la siguiente auto presentación: “Moisés, mi verdadero nombre es Yo Soy el que Soy, dile a mi pueblo que a partir de ahora y por todos los siglos así seré conocido”.
Aprendamos que el “Yo Soy” tiene poder, es milagroso, omnisciente y todopoderoso, basta nombrar su nombre, con esa fe profunda, que le hicieron los enfermos.
En este tiempo de pandemia, cuatro posibles profesionales fueron afectados; pero si mencionamos sus nombres, realmente fue afectado un profesor, un promotor cultural, un historiador local y un periodista; el hombre de fe ha vencido a la muerte.