La isla de Roatán inició su 2019 de la mejor forma, con un hecho histórico para la ciudad: la emisión de la ordenanza municipal que prohíbe el uso de bolsas y pajillas de plástico en los diferentes comercios del lugar.
Lo más impactante de todo es que la iniciativa se aprobó debido a que los distintos movimientos de sociedad civil, grupos ambientales y habitantes difundieron la petición a través de Change.org. Fueron 53 mil personas las que firmaron.
Es muy satisfactorio saber que la sociedad está despertando e intentando preservar sus recursos ambientales y concientizándose sobre la contaminación que producen los desechos plásticos. Según datos de la ONU, alrededor de 13 millones de toneladas de plástico son vertidas en los océanos cada año y si continuamos al mismo ritmo, en el año 2050 podría haber alrededor de 12 mil millones de toneladas de desperdicios de plástico circulando.
Para entonces, habrá más plástico que peces en el mundo.
Lo ocurrido en Roatán debería servir como impulso para que este tipo de medida pueda adoptarse en todo el país.
Esto debe ser esa “chispa” que encienda un verdadero movimiento de cuidado de nuestro espacio mediante leyes protectoras del ambiente.
Aparte de que proteger el territorio significa una mejor vida para nosotros y futuras generaciones, también estaríamos cuidando su imagen y con ello una fuente de ingresos importante del país: el turismo.
Según el Banco Central de Honduras, en 2018 el turismo tuvo un crecimiento de 4.7% y recibió 900 millones de dólares en divisas.
Lograr la prohibición del plástico, no solo en Honduras sino en el mundo, no es algo inalcanzable. Solo tenemos que recurrir a la memoria histórica.
Hace décadas se consiguió la prohibición del DDT, un insecticida tóxico.
La restricción se dio porque las personas, al darse cuenta de los peligros que traía, demandaron y ejercieron presión para su prohibición.