Una vez más nuestra gente tendrá que sacar fuerza de donde no se tiene para seguir adelante, levantarnos de los escombros y levantar la cara, sacudirnos el polvo y seguir adelante y tratar de reconstruir toda la destrucción y la ruina que nos dejó a su paso la tormenta Eta.
Sin duda la destrucción y la ruina son incalculables, pero los hondureños somos expertos en salir adelante cuando las cosas están fuera de nuestro control. Somos expertos en luchar contra corriente, especialistas en navegar en medio de las tempestades que dejan a su paso luto y destrucción, nunca, pero nunca, nos rendimos ni nos detenemos.
Hemos vivido múltiples tragedias, pero los hondureños tenemos curtida el alma y fortalecido el corazón, nos han golpeado tanto que ya no hay un lugar donde se pueda dar un golpe más; somos valientes y tenemos una fortaleza de acero y una alma inquebrantable y un corazón noble y bondadoso.
Nuestra voluntad no se doblega ante las dificultades ni ante las adversidades, nuestras luchas han sido y son épicas, pero esas luchas y esas batallas nunca nos han derrotado, nos han golpeado duro, nos han herido el alma y quebrado el corazón, pero nunca nos han vencido y nos vencerán.
No nos vamos a rendir. Tenemos frente a nosotros enormes retos, retos que parecen imposibles de superar, pero Dios ha pasado a nuestra tierra tantas veces por la rueda del alfarero que ya nada nos puede herir y nada nos va detener en nuestro anhelo por hacer de Honduras un mejor país.
Somos un país hermoso, de hombres y mujeres valientes que jamás se detienen ante nada, y sobre todo un país que tiene ante él, un millón de dificultades, un millón de problemas, un centenar de cosas por resolver, pero aunque el reto es enorme y el panorama es sombrío, sin duda, yo puedo afirmar con certeza que podremos superar este momento oscuro de nuestra historia y ver al final del camino, la luz.