Hace muchísimos años, en la olvidada y lúgubre tierra catracha, donde sus habitantes eran esclavos de la religión, la politiquería y el fútbol, como se decía en buen castellano “potra o rigio”, estos tres componentes convertidos en el apasionado elixir de la vida cegaron tanto a catracholandia que la convirtieron en el pan diario, pan y circo citaban los romanos; en otras palabras, a la gente hay que recetarle cada día dosis de lo que más le gusta, la historia prosiguió.
Los atomizadores de conciencia estaban a la orden del día, para cada catracho la política ofrecía falsas esperanzas, cada noche prometían que en el pleno de la magistratura saldría finalmente ”humo blanco”, el atomizador número dos, el fútbol “encantando” como una “cobra hindú” a los futboleros, el último atomizador representado por los emisarios del dios Mamón, perdón, los que con una mano bendicen y con la otra le piden hasta la conciencia a los feligreses, perdón, otra vez, quise decir, los religiosos.
Un día en catracholandia sus ciudadanos olvidaron tomar su brebaje, despertaron en su conciencia, se dieron cuenta de la pobreza e ignorancia que imperaba en esta tierra olvidada por Dios. Desencantados, decidieron emprender un largo viaje a otros lugares lejos de su patria, solo que al marcharse no volverían a beber el “elixir de la vida”, pero antes de marcharse, un peregrino decidió tomar un “octavo“ del elixir de la vida”.
Las palabras cargadas de promesas que salían de los politiqueros invadieron el corazón emocionado del aspirante a peregrino, soltó su morralito y se quedó encantado escuchando el cuento de las mil y una promesas, “después de todo habrá otro mañana”, dijo. Solamente que estas palabras las había mencionado ciento de veces.
Advertencia: el abuso del elixir de la vida es perjudicial para su conciencia social, no abuse de este producto porque de lo contrario, sufrirá severa alienación de irreversibles trastornos a su realidad.