Cartas al editor

La vida no designa un ser, una sustancia y menos a una persona. Es un término abstracto, como la lealtad o la velocidad.

El término designa la propiedad de ciertos actos del ser vivo, que con sus actos vitales se manifiesta en la espontaneidad.

Es como un conjunto de actos o funciones que se anteponen a la muerte. Siempre se está luchando contra una naturaleza que todo desgasta y acaba por disolver el cuerpo organizado.

La substancia misma del ser vivo se reproduce en división de células que culmina con un ser semejante al primero.

Hay entonces un encuentro entre el nacimiento y la muerte, se crece, se envejece, se duerme, pero aún se está vivo.

Solo hay un movimiento de espacio pero esto es algo que se da de forma espontánea, porque no es un cuerpo inerte, siempre se manifiesta de forma metafísica la potencia y el acto o del acto a la potencia por ejemplo: la semilla no parece ejercer ninguna actividad; y no obstante está viva, con una “vida escondida”, durante el tiempo en que es capaz de germinar. Es fácil determinar si un cuerpo está vivo, si tiene alma que no es sustancia que tenga existencia y una actividad separada del mismo cuerpo.

El alma es un principio constitutivo del ser vivo, que es una sustancia dotada de actividad, el alma no mueve al cuerpo; es el ser vivo quien se mueve a sí mismo; pero es el alma la que hace que el ser vivo sea vivo y capaz de moverse.

La potencia es la capacidad de adquirir la perfección constituida como la acción del alma y el acto es la misma perfección del ser.

La vida es como una realidad indeterminada, la evolución de las especies se descubre por sus operaciones características: organización, nutrición, reproducción, etc.

Cuando se corta un árbol, su principio de vida desaparece porque solo existe mediando una cierta organización del árbol. Hay una división del cuerpo bruto e inerte.