Pocos días hacen falta para que la sociedad centroamericana, incluyendo la hondureña, recordemos 200 años del júbilo que experimentaron un sector consciente, en la Guatemala de ayer, al haber sido testigos del gran paso hacia la libertad verdadera de la colonización española que mantuvo su hegemonía esclavista por más de 300 años en contra de nuestros hermanos indígenas de toda Mesoamérica, a partir de México, países andinos y del cono sur. 300 años de sometimiento salvaje contra los pueblos indígenas, robo de tierras, saqueos de bienes, tortura y muerte con la clase indígena.
Fue de mucho sufrimiento para nuestros antepasados que empezaron a poblar estas tierras después de 12,000 años, surgiendo así la sociedad indígena imperial de azteca en México, maya en Centroamérica e inca en Suramérica, pues todos corrieron la misma suerte: ser destruidos y diezmados por los maltratos y muerte.
Centroamérica, deseosa por alcanzar su libertad y entrar a formar parte del concierto de las naciones del mundo, con países libres, soberanos e independientes del Viejo Mundo, se inició en la lucha por esa libertad que había logrado Francia, luego los Estados Unidos, comenzó con una primera conspiración en San Salvador el 5 de noviembre de 1811, encabezada por los Amigos de la Libertad: doctor Matías Delgado, sacerdote Nicolás Aguilar, sus hermanos, Miguel y Vicente, Manuel José Arce, Manuel Rodríguez y otros humildes ciudadanos de consciencia patriótica salvadoreña, como don Eugenio Mena, quien se distinguió por su valor y lealtad al movimiento.
El 31 de diciembre de 1811, siguiendo el ejemplo del pueblo chapín, se verificó una sublevación en la ciudad de León, Nicaragua, en contra de las autoridades españolas, motivada por el sacerdote guatemalteco Felipe Michelena, pero como nunca faltan los traidores, Rafael Ariza y Torres frustraron los nobles sentimientos hacia la libertad y Michelena fue enviado prisionero a Guatemala.