Cuando se acuña esta frase, suele ir acompañada de otra advertencia: “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Dicen que los brutos no aprenden de los errores, los inteligentes aprenden de los suyos, y los sabios aprenden de los errores ajenos.
El 11 de septiembre no solo nos recuerda la tragedia de las Torres Gemelas. En 1973, en Chile, ocurrió un evento que marcó un antes y un después en su historia: el golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende.
Sé que el tema del golpe de Estado en nuestro país ha sido ampliamente discutido, pero si los hondureños no prestamos atención a las señales, podríamos encontrarnos repitiendo capítulos que creíamos superados.
No es secreto para nadie que ese golpe en Chile tuvo un leve empujón de nuestros vecinos del norte.
Todo comenzó con la elección 100% democrática de Salvador Allende. Pero, ¿qué ocurría? Chile enfrentaba una crisis económica profunda, con una inflación desbordada. El país parecía no tener solución. Luego del golpe de Estado, se instauró una dictadura militar comandada por Augusto Pinochet. Y aunque algunos intentaron justificarla con promesas de orden y progreso, la realidad fue otra: la represión aumentó, la economía no mejoró de inmediato y la desigualdad creció. El precio fue demasiado alto.
No digo que vayamos a vivir exactamente lo mismo que pasó en Chile en el 73, pero sí que las señales se parecen mucho. A veces la historia no se repite igualito, pero rima. Y Honduras podría ser un eco de lo que vivieron los chilenos: una crisis económica fuerte, polarización política y una injerencia extranjera que parece más ayuda que otra cosa. Más que el golpe del 2009, lo que preocupa es que se esté cocinando algo más parecido a lo que pasó allá, donde desde fuera empujaron hasta que todo estalló y terminó en una dictadura. Si no ponemos atención, podríamos estar siguiendo los mismos pasos, sin darnos cuenta.