El contexto político y social latinoamericano refleja un hastío de nuestros pueblos hacia la clase política en general, la corrupción es daltónica, no entiende de colores políticos, también es ambidiestra, hay corruptos de izquierdas y derechas, lo único que no cambia es que los pobres se siguen haciendo más pobres y los ricos más ricos, lo que genera una desigualdad social fuerte donde estas clases se van separando cada vez más, donde la clase política está por un lado y la población por el otro. Pero la clase política sabe, entiende y conoce los problemas del pueblo, vende soluciones magníficas para mejorar nuestras condiciones, en muchos casos, hay políticos que están en el poder, e incluso llevan años, pero buscan venderse como la solución viable nuevamente para salvar nuestros Estados. Sin embargo, este es un ciclo que se viene repitiendo hace muchos años, y nada cambia, en algunos casos hay avances, pero no son sustanciales, son mínimos, en otros lo único que cambia es el gobierno, pero los problemas estructurales permanecen intactos. ¿Cómo cambiamos esto? El discurso es hacer ver que la juventud es la solución, pero tenemos jóvenes que ingresan a partidos políticos donde replican las mismas prácticas tradicionales, entonces son más de lo mismo. ¿Y los outsiders? También se vuelven una buena opción donde el discurso es más aceptado, donde la población los ve como el salvador de los gobiernos tradicionales, pero sin la estructura logística de los partidos habituales se les pone cuesta arriba. ¿Qué se puede hacer para mejorar la clase política entonces? En primer lugar, es de generar reformas electorales, separar a personas vinculadas en temas de corrupción, narcoactividad y conflictos de intereses de los procesos electorales. Lo que sí es seguro, que los buenos deben involucrarse, porque los cambios se generan desde adentro. En próximos espacios abordaremos con mayor especificidad estos puntos.