A excepción de los pocos ataques directos contra una, dos o tres candidatos presidenciales y quizás en los pueblos contra los aspirantes a alcaldes que van por la reelección, lo que más escuchamos estos días, --al igual que abundan las caras sonrientes en los postes y en los medios de comunicación--, lo que más se destacan son las múltiples virtudes de este o el otro que quiere ser Presidente de la República, diputado o dirigir una alcaldía.
Claro esta, es la propaganda que pagan los candidatos. La cuestión es que muchos, los que ya son conocidos por los eventuales votantes, se promocionan con virtudes y capacidades que más bien contradicen su actuación en el pasado. En otras palabras, mienten descaradamente.
Los nuevos aspirantes, los desconocidos, tienen la ventaja de que, al menos pública y masivamente, no se sabe de sus actuaciones; aunque obviamente en sus respectivos círculos haya quien confirme o desmienta las aseveraciones de su campaña electoral.
Tendría que reafirmarse aquello de la “memoria corta” o de la incultura política del pueblo hondureño para que algunos aspirantes obtengan el respaldo popular en las urnas cuando sus propias propagandas se convierten en insulto a la inteligencia, como aquellos que prometen para el próximo gobierno hacer lo que fueron incapaces de hacer cuando ya estuvieron en puestos de decisión o los que se muestran favorables a las causas del pueblo y desde sus posiciones de poder siempre actuaron en beneficio de los intereses personales o de grupo.
Si fuera cierta siquiera una pequeña parte de las virtudes y capacidades que hoy exhiben los aspirantes a cargos de elección popular que ya han estado en puestos de decisión con toda seguridad Honduras, sus departamentos, sus municipios y su pueblo, no estarían en las lamentables condiciones que hoy sufren.
Sería una buena señal de esperanza para Honduras, si los votantes rechazaran a los farsantes, abusadores, ineptos, aprovechados, corruptos, que hoy se presentan como “blancas palomas” y hasta como salvadores.
Mientras seguimos soportando esa lluvia de candidatos perfectos que nos llaman a las urnas el próximo día 24, hay que ir descartando los que ya sabemos que no lo son.