Opinión

El retiro de los 158 voluntarios del Cuerpo de Paz estadounidense que actualmente trabajan en beneficio de los más necesitados, como la pérdida de los fondos de la Cuenta del Milenio, es una consecuencia de la incapacidad gubernamental para hacer bien las cosas.

En lo que respecta a la inseguridad imperante, que ha sido la motivación para el retiro de los cooperantes del Cuerpo de Paz, es obvio que también en el exterior existe la percepción de que nada concreto y efectivo se está haciendo para poner en cintura a los delincuentes de toda laya que actúan con absoluta impunidad.

Y la prueba más visible de esa lamentable realidad está en la falta de decisión del gobierno para entrarle de lleno a la intervención de la Policía, para limpiarla, de verdad, de los delincuentes que se han apoderado de ella. Todo lo que se ha hecho hasta ahora es “taparle el ojo al macho”.

Lo cierto es que ni siquiera existe la certeza de que la disminución de los índices de criminalidad que percibe el gobierno son producto de la Operación Relámpago o de la crisis en que entraron los sectores delictivos al interior de la Policía cuando algunas de sus fechorías fueron expuestas públicamente.

Las circunstancias extremas creadas por la inseguridad debieran llevar al gobierno a adoptar también acciones extraordinarias que se salgan de la tradicional política de “apagafuegos” que solo buscan crear la apariencia de que se está haciendo algo.

De la misma forma en que vencer la inseguridad es un asunto clave para la solución del resto de problemas socioeconómicos que abaten al país, aquella será solo un espejismo mientras no contemos con una Policía totalmente depurada de sus elementos criminales. Incluso los esfuerzos para fortalecerla y hacerla más eficientes serían inútiles en el actual estado de cosas que allí impera.

Si el clamor nacional ha sido insuficiente para impulsar un cambio de actitud gubernamental, ojalá duros mensajes de la comunidad internacional, --como el retiro de los voluntarios del Cuerpo de Paz que durante 49 años ininterumpidamente han estado ayudando a los hondureños—influyan para convencer a los gobernantes que estamos en una situación extremadamente difícil que no se puede solucionar con los tradicionales paños tibios.

El hecho de que en El Salvador y Guatemala solo se haya suspendido el programado entrenamiento de nuevos miembros del Cuerpo de Paz, pero no se hayan retirado a los cooperantes actuales, nos recuerda también que nosotros estamos peor en materia de inseguridad.