Son muchos los analistas y editorialistas que preguntan si los signos vitales bajo los que subsiste este paciente crónico nombrado Honduras indican que llega a su fin o por lo menos a una situación tan crítica que la solución única serán medidas groseras y drásticas que a quienes dañarán es mayormente a la gran población. Pues los síntomas son evidentemente catastróficos: déficit fiscal nunca antes igualado; deuda externa en alza tras los inmensos beneficios que produjo la condonación mayormente gestionada por la administración Maduro y avalada por la entonces prestigiosa figura del cardenal Óscar Rodríguez, jarana que ha vuelto hoy a su nivel anterior; espantosa deuda interna de 50 mil millones de lempiras sin inmediata posibilidad de solución que no sea negociarla, negarla o transformarla en deuda externa, en cualquiera de cuyos casos originará daños mayores que los que busca prevenir; hiperinflación presupuestaria dado que la asamblea legislativa votó un balance decididamente desigual y donde los gastos viajan por tierra y los ingresos por aire, adicional a que significativa parte del gasto es corriente, sin inversión, apuntalado por recursos externos de donación nada seguros.
Si eso no fuera suficiente el estado de la infraestructura total del país se halla en indolente deterioro: en los hospitales falla el abasto de medicamentos; las escuelas de educación primaria ocupan reponer con urgencia, según EL HERALDO, medio millón de pupitres y no hay posibilidad inmediata de subsanar la necesidad; la red vial se halla en abandono, vencido plenamente su ciclo de mantenimiento o relevo de capa asfáltica y de concreto, pronto a ingresar el invierno y sin planificación, diseño ni dinero para repararla; las alcaldías municipales –Choluteca, La Ceiba, San Pedro Sula, Santa Rosa de Copán. Ocotepeque– están a punto de colapsar en bancarrota y son incapaces para atender los servicios básicos exigidos, y ya pagados, por la ciudadanía, en evidente falla de capacidad de administración; los aeropuertos de Honduras son los más atrasados del istmo en materia arquitectónica, técnica, de hospitalidad turística (Panamá entrega ahora a todo visitante un seguro gratuito médico por 30 días) e incluso de equipo de aeronavegación; hacen falta 800 000 viviendas para equiparar el crecimiento demográfico natural y los jóvenes que se aventuran al matrimonio carecen de opciones domésticas dignas para adquirir siquiera modestísimo hogar, quedándoles casi en exclusiva la penosa alternativa de vivir arrimados donde papá y, o, mamá; desde 1998 –desastre natural del Mitch– los barrios marginales, villas de covacha, ciudades miseria y residencias de cartón se incrementaron en 39% (equivalente a su efecto similar de lastre contra el PIB); la burocracia y el clientelismo estatal ascendieron a 90,000 empleados públicos; la inseguridad civil rompió todos los techos no solamente americanos sino mundiales, convirtiéndonos en asombro del orbe al pinacular 92 homicidios por 100 mil habitantes; los registros de pobreza aumentaron desde 2009, año del golpe de Estado, cuando el gobierno de Zelaya logró su máxima reducción en épocas modernas, e igual, la tasa de crecimiento económico para el año presente no sobrepasará el dígito dos y fracciones, cuando en 2008 consiguió lo nunca acontecido, 6%.
Y eso es lo material; resumiremos próximamente el deterioro moral en que nos hallamos.
Es evidente, pues, que el actual equipo de gobierno no estaba ni está preparado para manejar el país, a pesar de sus ostentosas promesas de campaña electoral pasadas y presentes. Pues lo integran cáfilas de ambiciosos e improvisadores sin dominio profesional, políticos baratos de baja ralea incapaces de inventar propuestas y soluciones, mancos para imaginar ni para asesorarse en conveniencia. Su concepto administrativo único es la represión, echar tropas a la calle, práctica donde acumulan un fracaso tras otro. Debemos considerar entonces seria y severamente erradicarlos para siempre del panorama político nacional y prevenir que aparezcan otros similares, y hacerlo consciente y electoralmente. Su continuidad solo aventura caos.