Opinión

Ajenos tesoros nuestros

Quedan con la boca abierta mis oyentes universitarios, zumbándoles los oídos, cuando les explico que las transnacionales mineras pagan en Honduras un canon aproximado de 182 dólares por onza de oro extraída y que la venden en la

Bolsa neoyorquina a 2,400 dólares. ¡Maravillosos negocios los de nuestro país!

Sintetizo de Wikipedia: A fines de los siglos XVI, XVII y XVIII la Provincia de Comayagua prosperó gracias a sus principales rubros, entre ellos: cultivo de tabaco de buena calidad, producción de anís, yacimientos mineros y cultivo de banano en la costa norte.

A mediados del siglo XVIII solo en esa provincia existían alrededor de 300 minas denunciadas. En 1540, con el descubrimiento de oro y plata en el valle de río Guayape (Olancho), la ciudad de Gracias a Dios dejó de ser la capital de la provincia para ser trasladada a Santa María de la Nueva Valladolid de Comayagua, localizada cerca de los centros mineros. Investigadores modernos afirman que la Colonia española llegó a tener en Guayape, lavando oro, a diez mil esclavos.

Las primeras localidades mineras fundadas en Honduras fueron Santa Lucía, El Corpus, Apoteca, Cedros, Yuscarán, Sensenti y San Miguel de Heredia de Tegucigalpa.

La mina San Juancito fue explotada por el trust estadounidense Rosario Mining Co., y uno de sus empleados contables más famosos fue Julio Lozano Díaz, luego vicepresidente y jefe del Estado en la década de 1950, quien en 1938 publicó su libro “La industria minera protegida por el Estado de Honduras”, donde relata que en 1937 la San Juancito había alcanzado su punto culminante de ganancias al haber súper producido aproximadamente tres y un cuarto millones de onzas de oro registradas como plata por motivos impositivos.

Allí funcionó la primera Embajada norteamericana y fue donde se instaló la primera planta hidroeléctrica del país. Produjo $60 millones de dólares por oro y plata entre 1882 y 1954.

La Rosario operó ininterrumpidamente desde 1879 hasta 1955, pero en 1948 se convirtió en la Rosario Resources Corporation para explotar la veta El Mochito (Santa Bárbara).

La mina San Miguel de Heredia (Tegucigalpa) fue abierta en 1578 por el español Juan de la Cueva; la San Andrés de Nueva Zaragoza (municipio La Unión, Copán) fue denunciada en 1862 por el único presidente minero habido en Honduras, Victoriano Castellanos, quien la traspasó al ingeniero en minas Manuel Bueso Pineda; este la revendió a la sociedad estadounidense New Idrya Honduras Mining Co., y luego esta a la canadiense Minerales de Copán. Extraía el metal en bruto y lo transportaba en camión hasta Panamá, para separar allí el oro y purificarlo.

En la década de 1990 fue adquirida por otra canadiense, la Greenstone, que realizó un estudio geológico vía satélite y radar desde helicóptero para rastrear la zona argenta conocida como Falla San Andrés, donde descubrió que el depósito se encuentra bajo el casco de la aldea Las Minas de San Andrés. Apoyándose en nuestra permisiva ley, sus abogados lograron adueñarse del terreno de la aldea y la trasladaron con todo y habitantes kilómetros abajo; a continuación la compañía procedió a demoler las casas e iglesia colonial para sacar la broza que alberga al mineral, al que luego somete en una piscina a tratamiento de cianuro, altísimamente contaminante, empleando maderas de un bosque aledaño.

Uno de los activistas pro indemnización para los habitantes fue el obispo de la Diócesis de Santa Rosa, monseñor Luis Alfonso Santos Villeda, mientras que el área boscosa talada fue defendida por Greenpeace. Debido a las múltiples demandas la Greenstone vendió los derechos a Minerales de Occidente, propiedad de Banco Atlántida, que actualmente explota el yacimiento. Otra mina, San Andrés, fue fundada en 1801 y se ubica en el municipio Erandique, del departamento de Lempira, de la que se extraen, todavía artesanalmente, bellísimos ópalos de intenso fulgor natural.

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