A estas alturas de la historia hondureña ya nadie duda que uno de los más graves problemas que sufre el país es la corrupción en la administración pública y la impunidad que han gozado y que gozan los corruptos, incluso aquellos que han sido directamente señalados como tales por organismos internacionales y gobiernos amigos.
En ese sentido, los esfuerzos nacionales por crear órganos y mecanismos que coadyuven a luchar contra este flagelo ha sido una constante de esperanza que se ha ido diluyendo, pese a que el clamor popular por identificar y castigar a los corruptos de toda laya ha ido in crescendo.
Uno de esos organismos que en su momento creó grandes expectativas fue el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), ya que al estar integrado por las principales fuerzas vivas del país hizo renacer las esperanzas de que sería realmente efectivo para combatir –o al menos exhibir- a quienes abusan de los recursos públicos para provecho propio o de grupo.
Pero, como para ilustrar de forma palmaria el alto grado de deterioro moral que sufrimos, ese organismo, el CNA, es en estos momentos solo un ejemplo más de cómo la politiquería, la infiltración de elementos patógenos, puede incluso convertir lo que ayer fue una esperanza en una decepción de hoy.
Afortunadamente, -como ejemplo de que los honestos somos más- se ha gestado un movimiento para rescatar al CNA del sectarismo político y de la persecución desatada contra aquellos cuadros técnicos formados a costa del erario. Las iglesias y aquellas entidades que en protesta se retiraron, deben volver y rescatar el CNA, sino continuaremos sucumbiendo en la corrupción.
Esta semana es clave para que los representantes de organismos integrantes de la Asamblea del CNA que están plenamente conscientes de que ese organismo ha caído en manos de politiqueros del partido del gobierno, que pretenden reelegir a la actual coordinadora, demuestren su compromiso con Honduras y con la lucha contra la corrupción.
Dejar a los politiqueros y a los corruptos y a quienes los protegen hacer lo que se les antoje no es ninguna opción válida. Quienes ayer fueron esperanza de un pueblo cansado de aquellos que hacen y deshacen con sus recursos, que han hecho de Honduras un país pobre, subdesarrollado, violento, inseguro y corrupto, tienen todavía la obligación irrenunciable de seguir luchando hasta el final para no permitir que una frustración más se sume al calvario que ya sufrimos.