Opinión

A 500 años del descubrimiento del Pacífico

Con motivo de la celebración de los 500 años del descubrimiento del océano Pacífico para los europeos, escribo este análisis sobre las disputas internacionales de las potencias por el control del Darién y construcción de un canal interoceánico desde el siglo XVI.

De hecho, después del descubrimiento de América en 1492, el descubrimiento del Pacífico fue el segundo gran acontecimiento histórico sucedido en el nuevo continente, que cambió al mundo en el siglo XVI.

Indudablemente que desde que Vasco Núñez de Balboa descubrió este océano, el más grande del mundo, el 25 de septiembre de 1513 y se conocieron las posibilidades de construcción de una ruta interoceánica entre los océanos Pacífico y Atlántico, convirtió al Darién en un apetitoso territorio de discordias y de disputas internacionales de las potencias europeas de la época: España, Inglaterra, Francia, Holanda, Dinamarca y Escocia.

Todas pusieron su mirada en este pedacito de tierra, que fue visto como la clave para el control de las principales rutas comerciales en América y preponderante para acceder a las riquezas de oro de regiones como Antioquia, Chocó y Cauca, al igual que para llegar a los yacimientos de oro y plata del imperio inca en el Perú.

Además de los intereses económicos, comerciales, políticos y militares de las monarquías europeas, también fueron notorias las ambiciones de la Iglesia Católica, de los hombres de negocios, de ciencias y de aventureros que pusieron sus miradas en el cruce de los caminos que ofrecía el Darién para el desarrollo del comercio mundial.

Francia, Inglaterra, Escocia y Holanda tuvieron un propósito claro en el Darién: obtener su control para construir un sistema de comunicación interoceánica y así poder tener un dominio geoestratégico en el comercio del nuevo continente y una mayor preponderancia mundial.

Por eso la Corona española prohibió a sus súbditos hablar del canal con la advertencia de recibir la pena de muerte, por el peligro que representaba esa obra frente a sus rivalidades con Inglaterra y Francia.

Por esas luchas el Darién se transformó en un teatro del pillaje y el contrabando y en hervidero de piratas, corsarios, bucaneros y contrabandistas, apoyados por las otras monarquías contra los dominios de España durante la dominación colonial.

Después del fin de la dominación española, vuelve el Darién a ser un centro de disputas mundiales cuando los líderes de la nueva república intentan impulsar el desarrollo económico y comercial del nuevo país con la construcción del canal interoceánico.

Las aspiraciones de los nuevos gobernantes, en cierto modo, le abrieron de nuevo las puertas a los intereses económicos, políticos y estratégicos de Inglaterra, Francia y Estados Unidos.

Estas tres potencias, en el siglo XIX, buscaron a cualquier costo obtener del gobierno colombiano la concesión para la construcción del canal. Por más de un siglo estos países se enfrentaron en una lucha geopolítica y geoestratégica por la construcción de una ruta interoceánica por México, Nicaragua o Colombia.

Finalmente Francia fracasó en su proyecto de construcción de un canal a nivel y Estados Unidos aprovechó hábilmente esa coyuntura, y con la separación de Panamá afianzó su dominio geopolítico y construyó el canal por Panamá.

La separación de Panamá significó para Colombia la pérdida de una parte del Gran Darién, pero a pesar de la fragmentación y los constantes reacomodos de los diferentes grupos sociales que se han asentado desde el siglo XVI, continúa siendo el Darién colombo-panameño un escenario geopolítico de trascendencia mundial y de un valor estratégico desde todo punto de vista para Colombia y Panamá.

La fragmentación no ha significado una pérdida de preponderancia internacional, porque siguen siendo estratégicas otras rutas canaleras colombianas y de carácter binacional. Indudablemente que con una política de desarrollo binacional bien estructurada se puede convertir el Gran Darién en un verdadero polo de desarrollo económico, ambiental y ecoturístico para los dos países.