Por Erin Mendell / The New York Times
HONG KONG — Durante casi dos horas en un día ventoso de febrero, Henry Hurren recibió una revolcada en las aguas de una isla en gran parte deshabitada en Hong Kong, intentando surfear una ola corta por unos momentos.
El viaje de media hora en ferry desde la isla principal del territorio chino estaba lleno de excursionistas. Hurren, de 32 años, pasó junto a restaurantes al aire libre y familias que habían acampado durante la noche mientras caminaba hacia el lugar desde el que se aventuró en su tabla con un traje de neopreno.
Pero en el agua estuvo solo, tratando de demostrar que hay nuevos lugares para surfear en una Ciudad sin muchos de ellos.
La ola en Tung Lung Chau se conoce como slab, una ola rápida que rompe en una roca. No es el tipo de ola en la que te imaginas a un surfista en un lugar de surf de clase mundial como Bali. Una y otra vez, Hurren la pescó durante unos segundos antes de caer al agua fría.
La escena del surf en Hong Kong —un territorio que abarca más de 250 islas en el Mar de China Meridional— está concentrada en unas cuantas playas que carecen de oleaje constante todo el año. Sin embargo, estas playas son relativamente accesibles para una ciudad de unos 7.5 millones de habitantes.
La más conocida y de más fácil acceso es Big Wave Bay, en la costa este de la isla de Hong Kong, la principal del territorio. Se trata de una pequeña e imperfecta extensión de arena junto a una aldea a la que se puede llegar en unos 20 minutos en taxi desde los rascacielos que salpican el interminable horizonte por el que Hong Kong es más conocido. Las olas no suelen ser muy grandes.
La playa también es frecuentada por bañistas y practicantes de paddle surf, y pueden caldearse los ánimos si hay demasiada gente en el agua. El año pasado, el Gobierno comenzó a aplicar de forma intermitente una norma que prohíbe el surf en la playa, dicen quienes surfean allí.
Hurren ha ido a Big Wave Bay desde los 5 años, pero dijo que nunca se sintió totalmente cómodo allí y que puede ser hostil hacia los recién llegados. Si quería que más gente surfeara, tendría que buscar otros lugares. Olas como la de Tung Lung Chau no son para todos, reconoció, pero ha encontrado una docena más de lugares adecuados para distintos niveles de habilidad.
“Lo que hace que el surf en Hong Kong sea tan especial es que tienes que creer en él para que funcione para ti y para los que te rodean”, dijo Hurren. “Diría que convertir la nada en algo es el espíritu de Hong Kong”.
El deporte era tan poco conocido cuando Mavis Lai, de 41 años, crecía en Hong Kong que ni siquiera sabía que podía surfear allí. Empezó a practicarlo en un campamento de una semana en las Islas Canarias tras mudarse y trabajar en Londres.
Tras regresar a Hong Kong en el 2015, trabajó como entrenadora de surf durante un par de años antes de convertirse en terapeuta deportiva. Recordó haber ido a Tailandia y maravillarse de lo buenos que eran los surfistas locales, a pesar de que, al igual que los hongkoneses, no había mucho surf durante todo el año. Allí las olas eran mucho mejores, comentó.
“Quizás en Hong Kong tengamos las peores condiciones de la historia”, recuerda haber pensado.
Pero Lai le saca el máximo provecho. En invierno, la temporada alta de surf en Big Wave Bay, va tres o cuatro veces por semana. Intenta programar su trabajo según el pronóstico y entrena para mantenerse en forma y aguantar varias horas cuando hay buen surf.
Hurren dijo que le había llevado una década surfear las olas que había visto “sólo porque creí que no era posible”.
Dijo que empezó a surfear en Tung Lung Chau apenas el año pasado.
Ese día ventoso, un surfista experimentado lo vio con su tabla y se detuvo a preguntarle dónde estaban las olas.
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