Por Jack Tamisiea | The New York Times
Con aletas faciales en forma de cuernos y cuerpos en forma de diamante que pueden extenderse casi 9 metros de ancho, las mantarrayas figuran entre los peces más extraños del mar. Sin embargo, la característica más desconcertante de estos gigantes es una cola tipo látigo que puede medir tanto como el resto del cuerpo del pez.
Durante mucho tiempo ha sido un misterio por qué las mantas y las rayas afines tienen colas tan largas. Los peces no emplean sus colas para impulsarse a través del agua ni para atacar a posibles depredadores. Y aunque las colas de mantarraya tienen una reputación temible por picaduras mortales, las colas de manta carecen por completo de espinas defensivas. En lugar de ello, estas colas alargadas pueden actuar como antenas altamente sintonizadas, especializadas para detectar peligros que se aproximan. En un artículo publicado el mes pasado en Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, un par de investigadores analizó las colas de las rayas gavilán, un pariente más pequeño de las mantarrayas. Descubrieron que esta estructura alargada contenía órganos especializados que ayudan a detectar estímulos submarinos, insinuando cómo otras rayas oceánicas pueden usar sus apéndices posteriores.
“La complejidad dentro de la cola fue súper sorprendente”, dijo Júlia Chaumel, bióloga marina en la Universidad de Harvard y una autora del artículo. “No teníamos idea de que esta enorme estructura tuviera una función sensorial”.
Matt Ajemian, investigador en la Universidad Atlántica de Florida que estudia tiburones y rayas, dijo que la mayoría de las mantarrayas tienen colas cortas y musculosas que utilizan para flexionar púas venenosas. Pero las rayas miliobátidas poseen partes traseras muy diferentes.
Para comprender esta característica anatómica, Chaumel y su colega George Lauder observaron más de cerca las colas de las rayas gavilán. Crearon resonancias tridimensionales de las colas y cortaron rodajas finas para estudiar las estructuras del tejido.
El tejido rígido de la cola de una raya gavilán estaba lleno de agujeros. Las resonancias tridimensionales revelaron que estos agujeros estaban vinculados al canal de la línea lateral del pez, un sistema de órganos sensoriales hallados en peces y anfibios. La línea lateral recorre la longitud del cuerpo del pez y está conectada a receptores en la piel del pez para detectar movimiento.
El equipo cree que esta red ayuda a las colas de las rayas a identificar estímulos en el agua. Esto sería particularmente útil cuando las rayas gavilán descienden al fondo marino para succionar bivalvos enterrados en la arena. Mientras entierran sus cabezas en la arena, las rayas quedan expuestas a los depredadores.
“Un tiburón que viene por detrás causaría estos enormes movimientos de agua, permitiendo a la raya saber que es hora de alejarse”, dijo Chaumel.
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