Diversas son las formas de fraude electoral que pueden presentarse este domingo al margen de la buena voluntad que pueda tener el Tribunal Supremo Electoral (TSE), cuyos magistrados han prometido elecciones puras, incluyentes y participativas.
En este país, acostumbrado a las triquiñuelas políticas, al ventajismo y a la imposición caudillista, donde se juega la hegemonía regional o municipal, cualquier cosa puede suceder. El fraude no necesariamente tiene que ser en la transmisión de resultados o de tipo informático, se puede originar desde la mesa, lo que constituye una debilidad del sistema hasta que se reforme la Ley Electoral y de las Organizaciones Políticas.
Los fraudes en Honduras no son nuevos, los ha habido desde hace cien años y hasta guerras civiles han provocado. Han sido tan descarados los políticos que en el pasado hasta se ponían de acuerdo en cuartos oscuros para no darle posesión a un Presidente legítimamente electo en las urnas.
Un poco de historia
El primer fraude del que hablan los historiadores ocurrió en las postrimerías del siglo XIX. En 1891, tras cruentas batallas que dejaron centenares de muertos, se celebraron elecciones. Los liberales llevaban como candidato presidencial a Policarpo Bonilla y los conservadores a Ponciano Leiva. Los liberales alegaron fraude y se alzaron en armas.
El segundo fraude se registró en 1902 cuando el Congreso de aquel entonces no declaró ganador a Manuel Bonilla, fundador del Partido Nacional, que había ganado los comicios a sus contrincantes liberales Juan ángel Arias y Marco Aurelio Soto.
El Congreso, controlado por los liberales, nombró al liberal Juan ángel Arias, burlándose de la voluntad popular.
Ante esta situación anómala, Bonilla se fue a Amapala a prestar juramento como presidente legítimo ante el alcalde municipal Andrés Palacios. Luego se alzó en armas para recuperar a punta de tiros la voluntad de los electores y lo logró al entrar triunfante a Tegucigalpa el 13 de abril de 1903. Arias fue encarcelado.
En 1923 hubo otro fraude descarado. Los liberales tampoco quisieron reunir el Congreso para darle posesión al nacionalista Tiburcio Carías, que había ganado a los liberales Policarpo Bonilla y Juan ángel Arías. Una guerra civil sangrienta protagonizaron Carías, Vicente Tosta y Gregorio Ferrera.
En 1948 Carías convocó al pueblo a elecciones. Su candidato era Juan Manuel Gálvez, que disputaría la presidencia a Ángel Zúñiga Huete, que había regresado de su exilio en México.
Una forma de fraude en este período fue la intimidación, la represión y el hostigamiento que obligaron al candidato liberal a retirarse de la contienda y abandonar el país. Hubo elecciones solo con un candidato.
En 1954 los nacionalistas se vengaron al no presentarse al Congreso para legitimar el triunfo de Ramón Villeda Morales, padre del actual precandidato liberal Mauricio Villeda Bermúdez. Se rompió el orden constitucional y asumió todos los poderes el vicepresidente Julio Lozano.
El 7 de abril de 1956 ocurrió otro fraude electoral sin precedentes. Lozano, que pretendía constitucionalizarse, convocó a elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente. Obtuvo 370 mil votos contra 41 mil del Partido Liberal. A todas luces se inflaron las urnas.
En 1965 ocurrió lo mismo con Oswaldo López Arellano, quien para constitucionalizarse reprimió e intimidó al pueblo.
Lo que puede pasar este domingo
Hay diferentes formas de sacar provecho político, a juzgar por las experiencias del pasado reciente. Los funcionarios electorales en varias ocasiones han hecho llamados públicos a los políticos para que actúen con decencia. Estos se aprovechan de las debilidades de las mesas electorales receptoras cuyos representantes defienden intereses de los movimientos o partidos. Los delegados son nombrados por los caudillos o caciques que se dan el lujo de llenar las credenciales que oportunamente ha entregado el TSE en cumplimiento de la Ley Electoral. Esta debilidad de la ley debe ser reformada por la clase política si quiere realmente fortalecer la democracia, según el exmagistrado presidente del TSE, Jacobo Hernández Cruz.
Polémicas credenciales
Una primera forma de hacer fraude es mediante la venta de credenciales. Hay corrientes pequeñas, que por su condición de tal no tienen la capacidad para tener a todos sus representantes. Mediante arreglos bajo la mesa negocian las credenciales con otros movimientos que ponen a uno de los suyos como “representantes” del otro. Una vez controlada la mesa, cualquier cosa puede pasar. Vienen, entonces, las adulteraciones de los resultados, poniendo de común acuerdo otros datos en las actas de cierre original. Todas estas adulteraciones las hacen los delegados por las presiones de los caciques rurales, que a la vez son aspirantes a cualquier cargo de elección. Esto ocurrió en las elecciones primarias de 2008, que se obligó al TSE a dejar sin efecto lo actuado por las comisiones electorales departamentales y municipales.
“Tarjetazos”
El acaparamiento de tarjetas de identidad es otra forma de actuar indecentemente en una contienda. Hay políticos que utilizan sus influencias en el politizado Registro Nacional de las Personas (RNP) para sacar identidades supuestamente para distribuirlas y resulta que pertenecen a personas que son sus adversarios políticos. De esta forman evitan que ejerzan el sufragio en su contra. También acaparan tarjetas de sus propios correligionarios o simpatizantes a quienes sí se les entregan, lo que va en detrimento de otros movimientos que no tienen las mismas influencias y dejan solos a sus simpatizantes.
Tampoco se descarta que delegados de mesas sean trasladados de un municipio a otro. Esto lo dejó entrever un candidato a diputado por Choluteca de una corriente nacionalista que renunció porque no le permitieron poner a sus miembros de mesas bajo el argumento de que “vienen de Tegucigalpa”. No ha sido extraño el robo de urnas. Ya ha ocurrido en el pasado, especialmente en el 2008, cuando varias urnas desaparecieron con todo y actas de cierre. Se ha especulado que miembros del partido Libertad y Refundación (Libre) votarán en el Partido Liberal por la corriente de Yani Rosenthal para garantizar su triunfo. Hay ciudadanos que pueden quitarse la tinta indeleble y volver a votar en su partido o ir a ejercer el sufragio a otro, según los entendidos.
La compra del voto, o cualquier otro tipo de estímulo económico, en este país llenos de crisis, también representa una forma de hacer fraude.
Sin embargo, con el pasar de los años también han quedado evidenciadas otras formas vergonzosas de hacer fraude en los procesos electorales. Estas van desde el fraude informático, intimidación a opositores para que no voten, compra de votos, emisión de doble tarjeta de identidad y hasta mediante el voto doble de algún elector, quitándose la tinta, entre otras penosas formas.