Se abre el telón —o, en este caso, la pantalla digital— y la banda comienza a sonar, llenando el espacio de acordes que elevan la expectación de un público puntual y ansioso. Entonces aparece una figura: un hombre de mediana edad, desenfadado, con la confianza de quien sabe a lo que viene. Es Melendi, en su primera visita a Honduras.