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Neymar, la superestrella eclipsada

El atacante de 21 años fue sombra de una sombra en tamaño escenario, hecho para las grandes leyendas del fútbol.

11.08.2012

Neymar, la superestrella en la que Brasil funda esperanzas para el Mundial Brasil-2014, sufrió el sábado en Wembley la tarde más triste y amarga de su breve pero intensa carrera al perder el oro olímpico que su país tanto anhelaba.

El atacante de 21 años fue sombra de una sombra en tamaño escenario, hecho para las grandes leyendas del fútbol, en la que se inscribió México con la mayor proeza jamás soñada al batir 2-1 a la orgullosa 'canarinha'.

'El fútbol brasileño está ante la posibilidad de hacer historia. Estamos preparados para esos 90 minutos', había afirmado el delantero del FC Santos en el paraje de ensueño en Saint Albans donde se concentran a 40 kilómetros de Londres.

Nada de ese sueño fue realidad y al terminar el juego, el delantero era la imagen viva de la desolación, con la mirada fija en el suelo o en algún compañero, con su cabello más revuelto que nunca.

No bajó los brazos Neymar, no se dio por vencido, buscó la pelota, la pidió a sus compañeros, no se escondió, trato de usar su dribbling arrollador, ese botín derecho que lleva la pelota como atada, en un perfil que parece típico del que tienen los zurdos habilidosos.

Pero en esta tarde aciaga en la catedral del fútbol, tan modernizada que provoca algo de nostalgia el antiguo templo, fue la sombra de una sombra, un día en el que su empecinamiento no terminaba en una defensa desmantelada sino en la pelota en poder de sus cancerberos mexicanos.

No pudo asociarse con Oscar, que jugó su peor partido en los Juegos, ni con el artillero Damiao, apenas a veces con las proyecciones de Marcelo y peor aún, ni siquiera con Hulk y Pato, cuando Brasil pasó a jugar con un ultraofensivo 3-3-4. Insólito para el conservador fútbol de hoy.

Le habían hecho a Neymar un comentario delicado en una de las últimas conferencias, al preguntarle si consideraría una frustración ganar la medalla de plata, a diferencia del atleta olímpico tradicional que le da un alto valor.

Neymar no tenía una respuesta diplomáticamente apropiada para semejante demanda y contestó que 'no... frustración no, lo que está buscando la gente (brasileña) es la medalla de oro'.

¿Plata en fútbol?. Ni pensarlo. Con mil disculpas al espíritu olímpico, nunca nadie en el fútbol se atrevió a cantar ¡Subcampeones!.

Tenía la cabeza gacha y el gesto de alguien que no sabe donde poner su tristeza en el momento en el que le colgaron la presea. Sonrió forzadamente y volvió a agachar la cabeza. Sentía que había desilusionado a la 'torcida'.

Sin embargo, había tenido un rapto de lucidez el jugador al admitir que sería 'muy difícil (el partido con México), porque si no habría muchas selecciones distintas de Brasil que pasaron por esta situación y nunca consiguieron la tan esperada medalla de oro'.

Le nombraron a Junior, a Rivaldo, a Romario, a Ronaldinho, a tantos otros ídolos históricos de Brasil, que también se quedaron a mitad de camino del único trofeo que el hegemónico fútbol de Brasil nunca pudo conquistar.

'Entraremos en Wembley, donde ni siquiera Pelé pudo jugar. Es un orgullo, nos estamos concentrando para eso', había señalado. La tristeza no tenía fin en el momento de la ceremonia de la premiación.

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