Siempre

Gracias, una ciudad cultural

Abrir las puertas de una ciudad al mundo no debe preocuparnos si nuestra carta de presentación es la cultura

18.01.2020

LEMPIRA, HONDURAS.-Ya son siete años de vivir en Gracias, una ciudad que he aprendido a amar porque en ella he encontrado tranquilidad, un espacio para mis inquietudes como escritor y gestor cultural, además de manos amigas de ciudadanos valiosos con los que he desarrollado proyectos culturales y educativos que hoy son referencia en Honduras.

Gracias es una ciudad de mucha belleza y contradicciones, “tierra hermosa y bárbara”, escribía yo en un ensayo sobre la pintura de Byron Mejía; “uno sólo puede amarla con un dolor profundo” expresaba en una conferencia hace unos meses. Aquí hay gente admirable y noble. También hay personas que hacen mucho dinero y que no aportan al desarrollo social, es decir, “gente tan pobre que solo pisto tiene”. Debo decir que no es un comentario político, sino sobre el compromiso de vivir con un sentido de pertenencia, visión comunitaria y gratitud con la tierra que nos besa los sueños.

Las personas debemos decidir qué somos en la comunidad: habitantes o ciudadanos. Si usted es un habitante jamás le atraerá el sueño de vivir en una ciudad cultural. Si usted es ciudadano, podemos caminar juntos, porque trata de entender a su ciudad, lee sobre ella, la guarda con una nostalgia resplandeciente, trabaja porque sea hermosa, recibe a quien la visita y cuenta lo mejor de ella cuando está lejos.

Una ciudad le pertenece a sus ciudadanos, en ese sentido debemos integrarnos junto con las autoridades, reflexionar de manera crítica y constructiva para tomar buenas decisiones. Vivimos en una ciudad pacífica y hermosa, pero si no fortalecemos la convivencia y sus expresiones culturales podemos perderla en un futuro próximo y convertirla en lo que son otras ciudades: grandes espacios impersonales, llenos de inseguridad donde uno sólo encuentra ventas de pollo frito, centenares de iglesias y tiendas de ropa usada, realmente una desgracia histórica que bien pudo ser diferente.

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Los últimos años hemos tenido un progresivo crecimiento en Gracias. Es verdad que mucho de eso ha sido por el posicionamiento y la incidencia del presidente Juan Orlando Hernández, pero hay que resaltar el mayúsculo esfuerzo de muchos ciudadanos que han dado pasos estratégicos para aprovechar esta coyuntura e invertir. Esto es muy bueno, debe comentarse abiertamente y con total transparencia: Gracias le debe gran parte de su desarrollo a su hijo presidente; sin embargo, a ese impulso hay que sumar todos los esfuerzos desde el sector privado, y desde luego, desde la administración del gobierno municipal y del liderazgo departamental para darle continuidad a acciones y proyectos que están en progreso.

La Cámara de Turismo de Gracias ha jugado otro papel protagónico muy positivo, y sin duda tiene que asumir uno de los retos mayores de este florecimiento cultural en Gracias para hacer crecer la gestión cultural y activar todos los espacios posibles para que sean atractivos turísticos, pero también para que generen una convivencia ciudadana que abrace la cultura.

Es decir, necesitamos potenciar lo que milenariamente ha estado ahí: los atributos naturales y la cultura, pero debemos educarnos todos para conocer nuestra riqueza patrimonial, protegerla, promocionarla y explotarla como recurso económico. Lo otro es que Gracias es sede de uno de los eventos literarios más importantes de América Latina, el Festival Internacional de Poesía Los Confines; a muchos les parece raro que un evento de tan alto nivel suceda en esta ciudad, pero la respuesta es simple, mucha gente lo ha alentado y queda que muchas autoridades, que el mismo gobierno central, educadores, centros educativos lo fortalezcan un poco más y demuestren al mundo que Gracias está en condiciones de seguir siendo la casa del festival.

Cuando recién llegué a la ciudad, un componente clave que propuse fue el de formación de gestores culturales profesionales o al menos de desarrollo de habilidades para tener esos actores claves que discursan sobre la cultura y sus expresiones de una manera sensible y respetuosa, generando riqueza. Aún creo que podemos lograrlo.

Pronto tendremos una Casa de la Cultura que debemos potenciar como espacio de animación cultural. La representativa Casa Galeano está siendo intervenida por la Cooperación Española, la Alcaldía de Gracias y por la Mancomunidad Colosuca, será un espacio maravilloso que recreará con cierta mirada romántica la idílica vida del siglo antepasado, además de contar con una pieza mural exquisita que está concluyendo el artista Mito Galeano y que merece todos los elogios.

La antigua y legendaria tradición del guancasco entre Gracias y Mejicana (encuentro entre dos pueblos para hermanarse) debe ser estudiada y documentada para no convertirla en un producto souvenir totalmente vacío y sin sentido. Julio, el mes de la identidad en Gracias, sin duda desborda la expresión popular, el maravilloso sincretismo cultural, la legendaria vida de la cultura lenca y su cacique Lempira. Gracias cuenta con las ferias de San Marcos, San Sebastián y Mejicapa a las que también debemos prestar atención para que recuperen su esplendor y la tradición que las ha sostenido y alimentado. Las universidades de Gracias seguro avanzarán para ser verdaderas fuentes de conocimiento, investigación y generación de postulados que orienten hacia donde debe avanzar el desarrollo enmarcado en el patrimonio cultural y sus expresiones.

Las autoridades municipales siguen haciendo esfuerzos por proteger el centro histórico que ha sufrido mucha tensión. Recordemos que esta es la primera cara de Gracias, la primera impresión de su belleza: esa epifanía de encontrar en la distancia una ciudad detenida en el tiempo, sus casonas de umbrales amplios, patios internos con jardines hermosos, sus acogedores espacios públicos como la Plaza Central, la Plaza San Sebastián, el Anfiteatro del Jardín Botánico, los atrios de sus iglesias barrocas, los parquecitos infantiles, los mercados donde aún podemos asomarnos a la cultura lenca, el Centro de Visitantes de Celaque, las caminatas donde la mirada se sacia queriendo descifrar qué dice la niebla en la montaña más alta de Honduras. Y quizá lo más luminoso, Gracias es la entrada al mundo de la cultura lenca, al corredor de las iglesias barrocas, a las artesanías lencas y a los ocultos rituales de la fertilidad, al café de las tierras altas, a la esperanza que sostienen las niñas y niños que más leen en Honduras.

Abrir las puertas de una ciudad al mundo no debe preocuparnos si nuestra carta de presentación es la cultura. No es el turismo el que sostiene a la cultura, todo lo contrario: es la cultura la que le da contenido al turismo y características únicas porque devela la belleza y la memoria. La gente viene a Gracias por acercarse a los grandes relatos culturales y simbólicos de esta tierra que cuenta con espacios de expresión artística de talla continental y abraza a las personas que caminan para que se detengan a contemplar la majestuosidad de Los Confines, por un instante al menos para respirar en paz y luego seguir el camino.

La poeta española Martha Alonso vino a Gracias durante el Festival de Los Confines y escribió un poema que bien puede resumir la ciudad: “Si tuviera que hablarle al mundo/ de aquel país,/ diría muchas cosas que me callo/ porque prefiero regresar”.

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