Sin lugar a dudas Honduras vive, desde hace mucho tiempo, momentos realmente complejos. La situación financiera en términos de economía familiar se ha visto progresivamente deteriorada por la desaceleración de las economías de nuestros más importantes socios comerciales y, con ello, por el pobre comportamiento de los sectores productivos del país.
La situación de pobreza, a pesar de la condonación de la deuda y del compromiso soberano de dedicar esos recursos a un esfuerzo sin precedentes para reducirla, no logró alcanzar su propósito y su progresión continúa afectando la vida de más de cinco millones de hondureños. Los esfuerzos de protección social realizados por el actual gobierno, sobre todo en materia de la entrega de transferencias condicionadas (un instrumento válido que hoy atiende las necesidades de supervivencia de más de 345 mil familias en situación de pobreza extrema), no logra alcanzar aún una dimensión capaz de mover los pobres indicadores de desarrollo y movilidad social en el país.
Pese a los esfuerzos del gobierno y del acompañamiento técnico y financiero de países como Colombia y Estados Unidos, y pese al logro de un marco jurídico que es apropiado y correcto para enfrentar los embates de la delincuencia común y el crimen organizado, la inseguridad ciudadana sigue siendo un yugo de extraordinario peso para Honduras, afectando al ciudadano común, las familias, la microempresa, la inversión y la ya deteriorada imagen del país. Las finanzas públicas, viviendo uno de sus más complejos momentos en las últimas décadas como resultado de la crisis política y la crisis financieras internacional.
Descubrir el origen de este abismo de problemas, debe no solo remontarnos a la crisis del 2009, sino también a los fallidos intentos de desarrollo de la nueva democracia (2001-2013) o a las décadas de gobiernos militares que también figuran en la larga lista de responsables de lo que hoy somos como nación. Somos, sin lugar a dudas, producto de nuestras actuaciones, consecuencia de nuestros errores y fruto de sumados desaciertos. Somos hoy el resultado de las decisiones de Suazo Córdova, Azcona, Callejas, Reina, Flores, Maduro, Manuel Zelaya, Micheletti y Pepe Lobo. Somos consecuencia de sus actos, de sus decisiones, de sus formas de conducir el país. Todos ellos, positiva o negativamente, conformaron y dieron lugar a la Honduras que hoy se debate en una especie de Sala de Cuidados Intensivos.
Y frente a esa realidad ineludible, debemos reconocer que llegamos a este momento como resultado de una crisis aun mayor, de un desafortunado periodo de profundo enfrentamiento, de un contexto inusitado de odio en una nación que se negó a nutrirse de este malsano sentimiento aun durante el más grave enfrentamiento armado que vivió Centroamérica en los años 80. Arribamos a la Honduras del 2013, luego de una lucha peligrosa, siguiendo la ruta de una mal dibujada revolución propiciada desde un peligroso neopopulismo, importado desde una realidad social sudamericana con connotaciones muy diferentes a las nuestras, que le vuelven segura y totalmente inaplicable.
Estamos en Cuidados Intensivos y debemos reconocer que (aunque resulte paradójico) acceder a ella es, ante la realidad de los terribles antecedentes del segundo semestre del 2009, una conquista. Es el paso de una muerte clínica a una situación de fragilidad extrema. Lo siguiente es salir de allí. Rápidamente. Con fuerza, con talento, con verdadero patriotismo y valentía. El propósito es salir de allí. Y el próximo gobierno tendrá en sus manos la obligación histórica de retirarnos de ese ámbito y ubicarnos en un nuevo punto de partida, en los albores de una nueva oportunidad.
Y en este ámbito de grandes dificultades, Honduras enfrentará en las próximas elecciones la encrucijada de una decisión política con ofertas partidarias marcadas por profundas diferencias ideológicas. Con verdadera realidad y fuerza, el espectro ideológico, por primera vez en la historia de nuestra nación, será parte de nuestros dilemas. Nuestra decisión de voto, sin lugar a dudas, marcará también una ruta ideológicamente diferenciada de avance para Honduras en las próximas décadas. Estar plenamente consciente de esta realidad es sumamente importante. Los resultados electorales marcarán una ruta y definirán un destino con grandes diferencias para Honduras. Hoy como nunca antes Honduras necesita votos conscientes, votos reflexivos, votos que decidirán el rumbo de la nación. Lo necesitamos, insisto, como nunca antes.