Soy del criterio de que las elecciones generales de 2001 son las últimas que reflejan lo más cercanamente posible la voluntad del electorado. A partir de ahí, ninguna elección, salvo la interna de 2008, se ajusta a los parámetros mínimos de elecciones limpias y justas requeridos por la democracia. Lo grave, sin embargo, no es la manipulación en sí, pues la corrupción es práctica habitual en nuestra sociedad; lo más grave es el papel de legalizador del fraude asumido por el TSE. El fracaso del sistema electoral hondureño ha alcanzado su cenit, entrando en su fase terminal, acelerada por el triste papel jugado por los “honorables” magistrados.
La alteración de los resultados electorales ha estado presente en todos los procesos, aunque los niveles alcanzados esta última elección son escandalosos, en los tres partidos. Indistintamente de mi percepción de manifiesta adulteración al alza de los votos en el nivel presidencial de Libre, lo llamativo en este partido es la enorme disconformidad en el seno de los precandidatos a diputados y alcaldes (por ética no revelo sus nombres), quienes han sido literalmente obligados por su coordinador nacional a callar su malestar “en aras de la unidad y bienestar del partido”. Es decir, la pulcritud de Libre no era tal. Ello puede tener dos explicaciones. Podría ser que Zelaya, aún a sabiendas de la manipulación de resultados, esté calculando una división en ambos partidos que a la postre le beneficie. Esta opción está cargada de mucha ingenuidad, pues la manipulación, como lo fue ahora, es previsible en noviembre próximo, dejándolo sin opciones de triunfo. O podría ser que “Mel” sea parte integral de este circo electoral, y haya negociado algo (¿presidencia del Congreso, constituyente,…?) con el candidato oficialista, razón por la que se haya visto obligado a reconocer el “perfecto e inmejorable” papel del TSE.
Los magistrados se ufanaron durante meses de las garantías del proceso. El sacrificio de financiar este proceso a un costo de 800 millones de lempiras parecía valer la pena. Pero ante la avalancha de las pruebas de la manipulación de resultados, la desvergüenza y cinismo de los “honorables” para justificar su “fracaso” es manifiesto: “el chanchullo sucedió en las mesas”. ¡Habrase visto semejante descaro! Y no bastándole este proceder, salen como energúmenos en cadena nacional a defender el proceso (¿o quizá su actuación?) ¿Por qué cuando pedían los fondos para regir el proceso no advirtieron esto?, o ¿por qué se basaron en el TREP, teniendo tantas dudas y sospechas? El TREP sirvió únicamente para que delegados de mesa de los movimientos en aparente desventaja abandonaran sus puestos, dejando el festín servido y dando inicio a las transacciones propias de un mercado: urnas con mil votantes, actas con más de 300 votos sin un tan solo voto en plancha; diputados “del pueblo” con votaciones espectaculares del 100% de los electores... la lista es infinita.
Quien gane las primarias en cada partido es irrelevante. La discusión trasciende las personas. El cisma es institucional, y el meollo del asunto radica en saber hacia dónde va nuestra democracia (¿podemos seguir llamándola así?), y si los correctivos necesarios se implementarán ahora, o este será otro de los anecdóticos escándalos que acontecen en Honduras y el Mercado Supremo Electoral seguirá rigiendo los destinos de esta tragedia electorera. El peligro de manipulación del proceso en 2013 es, en estas condiciones, muy alto.
Hay una mínima posibilidad de corregir “los errores” cometidos en este proceso, y pasa por el recuento de votos en departamentos donde haya evidentes muestras de manipulación; cotejar este recuento con los cuadernillos del padrón electoral; y cruzar los censos electorales de los tres partidos, frente a una auditora de primer nivel, con presencia de los distintos movimientos en contienda. Lo que surgiría de estos mecanismos de verificación sería suficiente en un país serio para anular parcial o totalmente las elecciones. Estando en Honduras, y con las autoridades electorales que tenemos, poco podemos esperar. Sigamos disfrutando de nuestro honorable Mercado Supremo Electoral.