Opinión

Gracias a Dios que no vivo del Estado

Es una vergüenza cómo se ha destruido el concepto mismo de la gestión pública por parte de los empleados o funcionarios. En vez de ser esta actividad una acción de servicio público es ahora una mesa servida para el hartazgo político.

Lo peor no es la actitud de los políticos sino la enorme aceptación que hace la masa asalariada de ese sistema de botín de conquista. No se dan cuenta de que al final los colores y las personas son pasajeras en los cargos, pero los peligros son latentes.

Muchos ministros, directores, gerentes y empleados con alguna categoría son solamente pordioseros que sirven para hacer el trabajo sucio de los políticos y a la hora del té nadie los defenderá en los tribunales o los visitará en la cárcel.

Qué ignorancia más grande seguir viviendo bajo el signo del chamberismo.

Hoy ni los correligionarios logran durar en sus cargos los cuatro años y al igual que en el gobierno de Carías los pleitos por cargos son temas a los que se les atribuye más importancia que los problemas sociales de Honduras. Es mejor persignarse que aceptar cualquier cargo por que la vorágine política es capaz de llevarse de encuentro el patrimonio personal y la honra de la familia.

Los que estamos lejos de ese ambiente vemos como muchos se ilusionan vistiendo bien y hablando con pedantería por un cargo con notoriedad, pero al final tiene rotos los pantalones y no hallan la forma de vivir dignamente de su profesión; lamentando haber aceptado la canonjía y ni las prestaciones alcanzan para pagar los compromisos de la ilusión del gobierno que muere.