Opinión

El Presidente y su nueva denuncia de conspiración

La denuncia del presidente Porfirio Lobo Sosa acerca de una supuesta conspiración orientada a generar un nuevo golpe de Estado en el país puede ser interpretada como una expresión de intolerancia, una acción distractora o un acto desesperado del mandatario ante las difíciles circunstancias sociales y económicas que enfrenta Honduras.

En realidad, se trata de la segunda denuncia que plantea el gobernante sobre una presunta conspiración contra su gobierno. En el reciente pasado ya había alertado a la nación en ese mismo sentido e inclusive llegó a advertirle a los hipotéticos conspiradores que se cuidaran porque “los tengo bien seriaditos”, aseguró en su momento.

La diferencia con lo ocurrido en aquella ocasión es que en esta oportunidad Lobo Sosa fue específico, al acusar a dos medios de comunicación y al propietario de los mismos como los inspiradores de la conjura denunciada.

Habida cuenta la insistencia del presidente de la República en el tema de la supuesta conspiración en su perjuicio, hay quienes le encuentran similitud a la misma con la fábula de “ahí viene el lobo”, la cual a fuerza de tanto anunciarla cayó en el descrédito, hasta que por fin resultó cierta.

El hecho significativo es que no había terminado Lobo Sosa de hacer la denuncia cuando el jefe del Estado Mayor Conjunto salió presuroso a aclarar que las Fuerzas Armadas no están pensando en dar otro golpe de Estado, sino que por lo contrario están para fomentar y defender la democracia y ser solidarios con el gobernante.

El dirigente empresarial Eduardo Facussé le restó importancia a la queja presidencial al afirmar: “que nosotros sepamos, no existe ningún empresario que pretenda conspirar, y más bien le pedimos al presidente Lobo Sosa que se serene, que tenga calma y paciencia, pues el país no está para nuevos golpes de Estado”.

En la misma dirección se manifestó la magistrada del Tribunal Superior de Cuentas y correligionaria de Lobo Sosa, Daysi de Anchecta, quien le recomendó al mandatario que “se tranquilice y busque la conciliación entre todos los hondureños, pues él nos debe dar el ejemplo”.

El jefe de la bancada liberal, José Alfredo Saavedra, fue más contundente al manifestar que “lo que busca Lobo Sosa es tender una cortina de humo sobre los graves problemas de Honduras, los cuales no están siendo resueltos por el gobierno”.

Lo cierto es que al acusar a dos medios de comunicación de conspirar en contra suya, el presidente de la República ha abierto un nuevo frente de confrontación, que se suma al que ya tiene en pleno fragor con el Poder Judicial.

Lo más seguro es que en las próximas horas se conocerá en el resto del mundo una denuncia contra el gobierno hondureño sobre una presunta arremetida de este contra la libre emisión del pensamiento en nuestro país.

En pocas palabras, Lobo Sosa y su gobierno podrían quedar ante la opinión pública internacional al mismo nivel de otros regímenes latinoamericanos expuestos mundialmente en calidad de enemigos de la libertad de prensa, como los que dirigen los presidentes Hugo Chávez, Cristina Fernández, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega.

¿Valía la pena que la administración Lobo Sosa erosionara también su imagen externa en este campo, como si no fuera suficiente la otra acusación en el sentido de que irrespeta la independencia de los poderes del Estado?

Sin duda, es un tema sobre el que deberían reflexionar a la brevedad posible el presidente Lobo Sosa y sus asesores, antes e que las cosas adquieran visos de mayor complejidad.