La cesación de la vida o separación del cuerpo y del alma es punto culminante propicio para el balance de las acciones de un ser en su realización como persona y en sus aportes al progreso de la sociedad.
Gautama Fonseca, inolvidable maestro y amigo, es el compatriota que ha remontado su vuelo hacia otro destino, habiéndonos dejado reveladoras ejecutorias de lo que fue su fuerza o actividad interna substancial proyectada hacia el servicio de la sociedad de Honduras y Centroamérica, y con ello el valor genuino de un hombre para su comunidad, el de un buen ciudadano.
Sin pretender ser exhaustivo, mi conocimiento de él procede de la oportunidad de haber sido uno de sus alumnos en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma, luego profesional que compartí con él la devoción hacia la patria y la integración centroamericana, y amigos permanentes hasta la fecha de su fallecimiento.
Él tuvo a bien en tenerme como protagonista en dos de los críticos y enjundiosos artículos que escribió como columnista de La Tribuna (Sobre un libro y sobre un hombre”, 17 de diciembre 2003; y “Nuevo libro de Roberto Herrera Cáceres”, 8 de noviembre 2007).
En su momento, esos artículos me pusieron en una situación difícil pues yo sentía que era mi deber ineludible responderlos, utilizando mi columna en EL HERALDO, para dar mi apreciación pública sobre la diferencia individual que, en su proyección jurídica y social, constituía la persona de Gautama Fonseca y la distinguía de otras, pero conociéndolo preferí agradecerle directamente por haberse referido a mi persona, sabiendo que de haberlo escrito él podría haberlo recibido como un reflejo condicionado, sin el calor de la franqueza y la amistad que nos había vinculado.
Hoy puedo hacerlo tributándole respeto y admiración, y rindiendo asimismo homenaje presente a su noble y digna compañera de vida, su esposa Sidalia Batres de Fonseca, así como a sus hijos y familia entera.
A mi juicio, las perfecciones del Dr. Gautama Fonseca fueron superiores a sus imperfecciones. Cumplió con sus deberes ciudadanos y como hombre de Estado fue honrado y valiente como Cabañas; hacía lo que decía y escribía, su palabra oral o escrita era totalmente confiable; fue un intelectual dedicado asiduamente al estudio y a compartir su aplicación con sectores amplios del pueblo e inclusive se dedicó personalmente a realizar obra social concreta entre los menos favorecidos; fue escritor riguroso, apasionado por la literatura y poeta exquisito a quien la UNAH aún adeuda la distinción pública que ha merecido.
No me sería posible enumerar todos los atributos en acción del valor de este gran compatriota, solo diré que es el ejemplo a seguir del buen ciudadano, de ese ejemplo que necesita divulgarse y multiplicarse para que se adquiera mayor conciencia de la existencia de valores sociales reales y beneficios inmateriales por los que vale la pena sacrificar los intereses personales; para que se aumente significativamente el número de hondureños y hondureñas motivados en dar testimonio vivo de lo que ganamos, individual y socialmente, si actuamos con integridad, honestidad y responsabilidad social en la vida pública y privada; y para que se cuide y aproveche los frutos de la semilla que han sembrado quienes al igual que Gautama Fonseca han sido o son para Honduras sus buenos hijos, los hermanos solidarios en la lucha por el desarrollo humano de nuestro pueblo, los buenos ciudadanos.
Tengo que ser breve en este artículo, mi maestro y amigo así lo era en los suyos. Resumiré concluyendo sobre lo que a mi juicio fue la vida y el impacto de la personalidad de Gautama Fonseca, apelando al pensamiento que nos dejó escrito Marco Tulio Cicerón, en la forma siguiente: “No aterra al sabio la muerte que cada día amenaza con sus inciertos acasos y por la brevedad de la vida nunca puede estar muy lejos, para dejar de mirar por el bien público y de los suyos y juzgar tiene interés en la posteridad aunque no haya de tener conocimiento alguno de ella. Por lo que puede, aún el que juzgue mortal su ánimo, atender a la inmortalidad, no por ambición de gloria que no ha de percibir, sino por la virtud a la que necesariamente se sigue gloria, aunque no se piense en ella”.
Descanse en paz maestro amigo. Su obra cívica y su legado al pueblo están a buen recaudo.