Tegucigalpa está hoy de cumpleaños y ello debería suponer un motivo de celebración para los más de 1.3 millones de personas que nacieron o vinieron desde el interior del país y del extranjero a vivir en sus dominios, pero no es así.
No se desconoce que la ciudad ha dado pasos que la posicionan entre las capitales centroamericanas que más crecen y se ponen a tono con las tendencias del mundo moderno y que las obras de infraestructura que se han hecho en los últimos años le han cambiado la cara a la ciudad.
Sin embargo, también lo es que la ciudad arrastra problemas históricos que están ahí, sobre la mesa, a la espera de soluciones. Para el caso, se tiene una deuda pendiente con los miles de ciudadanos que viven en las laderas de los cerros y las cuencas de los ríos que cruzan la ciudad en condiciones de pobreza y pobreza extrema.
Ellos no tienen acceso a los servicios básicos como el agua potable y el alcantarillado, la energía eléctrica, los servicios de recolección de basura, y eso, a estas alturas del siglo XXI, es imperdonable. El servicio de transporte público es pésimo, a pesar de los esfuerzos y planes de las autoridades para modernizarlo; la millonaria inversión en el llamado Trans 450 no sirvió para mucho y, aunado a ello, los conductores del transporte urbano no respetan la dignidad de sus pasajeros y mucho menos las reglas de tránsito, lo que se refleja en las estadísticas de los accidentes de los que son protagonistas todos los días.
La tala de sus bosques no para y La Tigra está amenaza. La inseguridad y la violencia tiene a un alto porcentaje de sus pobladores viviendo tras las rejas que han mandado a colocar en los accesos a sus colonias. Los espacios de recreación, de arte y promoción de la cultura son muy pocos.
Pero en medio de todo, la bella Tegucigalpa se merece una celebración y un agradecimiento grande de todos aquellos que han venido a ella en busca de mejores condiciones de vida, y lo han logrado. ¡Felices 441 años!