No podemos bajar los brazos, no podemos bajar los brazos”, ha dicho ayer el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Adhanom Ghebreyesus, ante el aumento alarmante de casos del coronavirus covid-19 en Europa y América.
El llamado de alerta del funcionario se hace en momentos en que el mundo registra más de dos millones de casos en la última semana, el período más corto para ese crecimiento exponencial desde el inicio de la pandemia, y en Honduras se informa que siete meses y medio después de la confirmación del primer caso de la enfermedad, el virus ya se extendió a los 298 municipios del país.
La situación es grave, pero más para los países con economías pequeñas como la nuestra que están tambaleándose por el impacto de las medidas de confinamiento que orillaron al cierre de empresas y dejaron sin empleo y fuentes de ingreso a miles de ciudadanos.
Pero los casos siguen sumando, lo que demuestra que la pandemia sigue activa y que no es momento de relajarse ante la falsa percepción de que los casos están disminuyendo.
En la situación actual está claro que estas economías no soportarían un nuevo cierre. ¿Qué hacer entonces, si preservar la salud y mantener a flote la economía son prioritarias para la población en estos momentos?
Aprender a vivir en el marco de la nueva normalidad que conlleva observar al pie de la letra las medidas de bioseguridad, recomiendan las autoridades sanitarias.
Esa es la clave, dicen, para evitar la propagación del covid-19.
Pero el gobierno tiene que asegurar las estrategias de vigilancia, prevención y atención de la enfermedad; no bajar la guardia y mantener el número de testeos para que, con base en cifras confiables, se elaboran las estrategias de contención que sean necesarias.
La responsabilidad de contener el virus es de todos