La carrera por la presidencia de la República ha comenzado y quienes aspiran a la primera magistratura del país ya se movilizan a lo largo y ancho del país para seducir a los votantes con sus ofertas electorales, las cuales, a propósito, no están del todo definidas.
Por ahora, los candidatos soslayan los grandes problemas del país y centran sus mensajes en las críticas y la descalificación del contrario.
Parece que se han olvidado que aspiran a administrar un país con múltiples problemas, los que, para resolverlos, requieren de ciudadanos con propuestas serias y factibles, y que la polarización que ahora mismo los enfrenta no ayudará a resolverlos sino, más bien, a profundizarlos.
Si bien el camino que queda hasta el día de las elecciones generales, el 30 de noviembre, pareciera largo, es tiempo que desde ya vayan definiendo, por ejemplo, qué harán para enfrentar los alarmantes índices de pobreza en el que vive más del 70% de la población hondureña, sin acceso a un empleo digno, a educación de calidad que dote a niños y jóvenes de las herramientas que demanda el mercado laboral actual, a sistemas de salud con calidad y calidez, a una vivienda digna.
Hace falta que los aspirantes a la presidencia nos cuenten cuáles serán sus políticas para enfrentar la imparable ola de inseguridad, delincuencia, homicidios y feminicidios; cómo enfrentarán los altísimos índices de corrupción que siguen galopando en la administración pública, los alarmantes índices de impunidad; las constantes violaciones a los derechos humanos y libertades fundamentales como la de información y prensa.
Hoy, más que nunca, Honduras, los hondureños, demandan de su clase política el compromiso de trabajar por la resolución de los problemas aquí señalados y los que conste, no son todos los que golpean a diario a la colectividad, y que dejen de lado la polarización, que no coadyuva en nada a la resolución de los mismos.