Inseguridad alimentaria

Una investigación del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y Visión Mundial publicada esta semana en Tegucigalpa puso nuevamente sobre la mesa uno de los problemas que arrastran y golpea a un alto porcentaje de la población hondureña

  • 13 de septiembre de 2024 a las 00:00

Una investigación del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y Visión Mundial publicada esta semana en Tegucigalpa puso nuevamente sobre la mesa uno de los problemas que arrastran y golpea a un alto porcentaje de la población hondureña, pero que, en este caso, hace énfasis en la población del departamento de Gracias a Dios, uno de los más olvidados de nuestro país.

Según los resultados de la investigación, “el 65% de los hogares indígenas misquitos de Honduras vive en situación de inseguridad alimentaria moderada y severa, mientras que el 71% de las mujeres de esa etnia mayores de 20 años padece obesidad y sobrepeso”.

En otras palabras, 65 de cada 100 hogares en Gracias a Dios no tienen acceso a una alimentación saludable y segura que proporcione nutrientes adecuados para tener un crecimiento y desarrollo saludable.

El no poder llevar comida a su mesa está relacionada directamente con las condiciones económicas de las personas, ya que la pobreza en que viven no les permite comprar o producir comida de manera segura y saludable. Esta población, si no tiene acceso a alimentos seguros y saludables, es más probable que sufra hambre.

Este, desgraciadamente, no es un problema que golpea solo a los habitantes de Gracias a Dios, pues afecta por igual a millones de personas más que a lo largo y ancho de la geografía nacional viven en condiciones de pobreza y pobreza extrema, sin acceso a servicios básicos, a educación de calidad, a servicios de salud, a empleos dignos, entre muchas otras condiciones que profundizan sus precarias condiciones de vida.

Garantizar el acceso a los alimentos a los hogares que enfrentan inseguridad alimentaria severa o desnutrición aguda representa “un reto” para el país, para sus autoridades; trascender del discurso a la ejecución de políticas públicas que lleven a enfrentar con éxito esta problemática, también.

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