Editorial

Enseñar el valor de la tolerancia

El pasado fin de semana fue uno de los más sangrientos del año, según los registros del Observatorio Nacional de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Solo en Tegucigalpa se contabilizaron seis hechos violentos en los cuales perdieron la vida siete personas a manos de sicarios que se encuentran libres.

Otro caso que generó conmoción fue la muerte violenta, a manos de uno de sus trabajadores, del alcalde de Yamaranguila, Intibucá, José Lorenzo Bejarano, tras una discusión que concluyó en la agresión con una hacha, que le quitó la vida casi instantáneamente.

Este caso hizo recordar la muerte, hace un par de semanas, de un pastor evangélico en Comayagua, quien fue asesinado a balazos por el acompañante del conductor de un vehículo con el que había colisionado minutos antes.

Las muertes del alcalde y del pastor reflejan los altos grados de violencia que afectan a un alto porcentaje de la población, por diversas causas, y son ejemplos de la intolerancia de muchos ciudadanos, que tienen en la violencia el camino más expedito para resolver las diferencias.

Se ha vuelto casi costumbre que a la menor provocación, la gente saque un arma para agredir y quitar la vida, dejando de lado los mecanismos de diálogo y concertación que deberían prevalecer y potenciarse en la sociedad, desde la familia, la academia y la Iglesia.

Hemos olvidado que la convivencia social tiene en la tolerancia uno de sus principales pilares, que educar en la tolerancia es sentar las bases de una sociedad sin barreras, inclusiva, menos discriminatoria, menos violenta, sin olvidar, claro está, la responsabilidad del Estado de garantizar la vida de las personas, asegurando que la institucionalidad funcionará para lograr tal propósito.

Eduquemos a nuestros hijos, eduquémonos nosotros, los adultos, sobre el valor de la tolerancia, lo que sin duda nos ayudará a construir y heredar a las futuras generaciones una sociedad menos violenta que la que en hoy vivimos.